El libro del doctor Héctor Mateo

El libro del doctor Héctor Mateo

DONALD GUERRERO MARTÍNEZ
El bien reputado cardiólogo Héctor Mateo ha completado el aforismo popular. Sembró el árbol, tuvo el hijo y ha escrito un libro circulado recientemente. Medicina, amor y vida, es el primer aporte suyo a la bibliografía nacional. Se ha inscrito, pues, en la reducida lista de médicos que lo han hecho. No es un libro para leerlo de un tirón, como se dice. Pudiera serlo pues no es muy voluminoso.

Su lectura debe ser pausada, forma de saborear su contenido como se degustan los vinos buenos. Su texto o parte del mismo será releído por más de uno, cual se escucha más de una vez la canción que nos agrada.

El libro plasma un testimonio de vida del doctor Mateo. El estudiante, el médico pasante, el padre de familia y su ejercicio profesional de 57 años «ejercido con amor», pues ejerce la medicina «por vocación» son visibles en el libro, el cual refleja, además, el concepto del autor de que «para que un libro invite a la lectura debe tener tema atractivo, lectura fácil, amena y comprensiva».

Su texto cita a «la risa, la fe, la esperanza y el amor como ingredientes principalísimos» para la buena salud. Cree que las dietas son efectivas, si se las acompaña con el ejercicio físico. No transige con el uso del tabaco, y afirma que el consumo excesivo del vino puede llevar al alcoholismo.

Son una ofrenda de amor las referencias que hace de su esposa Minerva, que ha compartido «todos los avatares de su profesión y actividades voluntarias por la causa del corazón». Pero lo son también las de sus hijos Héctor Emilio, Aida Ofelia y José Luis. La pareja se ha empeñado en dejarles una adecuada preparación para realizarse en la vida, y formar familias edificadas sobre valores cristianos.

A veces, escribe el doctor Mateo, hay acciones humanas que son pecados por omisión. A la frase «yo me siento tranquilo porque no le he hecho mal a nadie», hay que contraponerle si quien así habla ha hecho algún bien. Sabe y practica la discreción profesional. «El médico, en su ejercicio, tiene acceso a informaciones confidenciales y es sujeto de confianza para que pacientes y familiares le hagan partícipe de secretos y preocupaciones». Guarda en el recuerdo casos que calaron en su alma, de sentimientos de pacientes que le confiaron sus secretos. «En las relaciones médico-pacientes, expresa, debemos ponernos en lugar del enfermo para imaginar cómo les afecta la enfermedad». Recuerda episodios y personas, colegas profesionales y otros que han sido parte de su vida por años. Tiene presente al doctor Francisco Moscoso Puello por su comentario «los buenos médicos no van tras los pesos, sino que los pesos van tras los médicos».

Para el doctor Mateo, la amistad «es el lazo afectivo, incondicional, de aprecio recíproco y sincero entre dos personas. Respetando el carácter y las decisiones de otros. Aclara que lo de incondicional en la amistad «no quiere decir que debemos ser compromisarios con todas las acciones y las conductas de nuestros amigos». Ya el P. Mateo Andrés había expresado que «las relaciones se deterioran cuando queremos dominar a otra persona y hacerla cumplir nuestras condiciones y expectativas».

Tratándose del doctor Mateo, en el libro no faltan referencias al Instituto Dominicano de Cardiología. Los primeros recursos, 5 mil pesos, se obtuvieron de los fondos acopiados por el Consejo de Estado con la fundación de la estatua ecuestre erigida en la ciudad de su nacimiento. «No es posible escribir la historia del Instituto sin mencionar al Presidente Joaquín Balaguer». Su gobierno donó el solar, 100 mil metros, y varias veces aportó recursos para su edificación. Muestra de la firmeza del doctor Mateo en el propósito de construir el Instituto se tiene en que, paralizados una vez los trabajos por falta de dinero, hipotecó su vivienda para solventar deudas por suministro de materiales.

El autor de Medicina, amor y vida, ha tenido como todos algo de «músico, poeta y loco». Lector de cuantos libros puede, los textos de literatura y poesías despertaron su estro. Dos sonetos, Serenata y Crepúsculo, pueden leerse a la final del libro. Acertó el doctor Julio Castaño al decir, en su presentación, que es un libro para tenerlo en la mesita de noche, para consultas».

El prólogo lo escribió el doctor Pablo Iñiguez, uno de los pocos médicos dominicanos escritores.

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