El libro que Balaguer mandó a pegar fuego

El libro que Balaguer mandó a pegar fuego

Fue preciso esperar que  falleciera el ex Presidente Joaquín Balaguer para que circulara, pues, desde que Héctor Pérez Reyes se lo leyó, el mandatario ordenó quemarlo. Dagoberto Tejeda no quiso cometer ese sacrilegio y valientemente, aunque receloso de que descubrieran su hazaña, ocultó los ejemplares en lugar inaccesible e insospechado.

Hoy, 16 años después de editado y presentado en acto solemne al que asistieron diplomáticos, rectores universitarios, intelectuales, urbanistas, se conoce el libro y la curiosa y misteriosa historia de su almacenamiento debido, entre otras razones, a que el autor y su familia fueron enemigos del régimen de 12 años.

El arquitecto  René Sánchez Córdova rescató varios ejemplares de “Santo Domingo 1496-1991”, que expone el crecimiento de la ciudad capital y las razones de esa expansión desde su fundación hasta un año antes de la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.

“Balaguer lo mandó a quemar porque no lo halago”, especula Sánchez Córdova, quien realizó un minucioso trabajo de investigación por encargo del entonces síndico  Rafael Corporán de los Santos. El catedrático universitario era miembro de la Comisión del Quinto Centenario. 

 Pablo Mella era asesor, narra, “fuimos siempre muy buenos amigos e hicimos la “Ley de Urbanismo”, incluso, trazamos muchas vías y les pusimos nombres. Esa vez tropezamos con que a la Winston Churchill, que habíamos bautizado como “Enrique Jimenes Moya”, Balaguer la redujo para restarle categoría a ese héroe nacional”.

¡Que lo quemen!  René Sánchez Córdova es un enamorado de la ciudad, estudioso del desarrollo urbano que no sólo expresa sus vivencias en cátedras magistrales en las aulas de la Autónoma donde fue director de la Escuela de Arquitectura y decano de la facultad de Ingeniería.

Por ello, y debido a sus profundos conocimientos de diseño, planificación y otros trabajos relacionados con la vivienda y la modernización de distintas provincias dominicanas, se le encargó el libro, considerado como “la fuente esencial para determinar el destino de Santo Domingo y de cómo sus gentes enfrentarán los riesgos del crecimiento y el desarrollo”.

Pero seguido pasó  la ceremonia que dio a la luz la preciosa obra, se le llevó una copia al doctor Balaguer y al escuchar la lectura  de labios de Héctor Pérez Reyes, condenó ahí mismo tan plausible esfuerzo.

“Pérez Reyes me contó que Balaguer le dijo de todo, empleó un término muy fuerte y despectivo para definirlo. Me impresionó a tal extremo esa reacción que a cada rato reviso sus páginas para ver si es verdad”, refiere el calmado y sereno Sánchez Córdova. Inmediatamente, agrega, “Balaguer ordenó que los quemaran, pero Dagoberto Tejeda, que lo tenía en su poder como encargado cultural del cabildo, los guardó”

Le manifestaron que el ex jefe de Estado mostró disgusto porque le encargaron esa labor a un enemigo de su Gobierno.

Piensa, además, “que pudo deberse a que hablo del origen de la nación dominicana y no fue de su agrado que yo afirmara que los Padres de la Patria se educaron dentro de la ocupación haitiana”

Empero, cuando Pérez Reyes se reunió con él y otros funcionarios del Ayuntamiento, les refirió que el líder reformista argumentó que el gran peligro del libro era que estaba didácticamente muy bien escrito. “Me propuso cambiar algunas cosas y le dije que no, que ese era un trabajo técnico y que nada tenía que ver con política”. Entonces le enrostró que él su familia lo había enfrentado durante diez años y Sánchez Córdova le aclaró: “Diez no, por más de veinte”.

La conclusión, refiere,  fue “que si no se reeditaba modificado había que esperar que desapareciera Balaguer”. Se trató, añade, “una conversación pacífica, pero rígida”. Los años pasaron hasta que un buen día Dagoberto Tejeda invitó a Sánchez Córdoba a recoger sus libros. Desde entonces, aparece en la bibliografía de los pocos escritores sobre la ciudad que lo han consultado.

El libro. De portada dura lujosa, papel de primera, está escrito con sencillez, ilustrado con nítidos, precisos planos a color que muestran calles, urbanizaciones privadas, barrios improvisados, ensanches marginados, muros, calles, lugares viejos y recientes, “Santo Domingo 1496-1991” no se queda en el mero aspecto urbanístico.

Resume actividades económicas, instalación de ingenios,  auge de las zonas francas,  ataduras financieras y las positivas o funestas disposiciones catastrales de los gobiernos de ocupación. Enfoca la llamada “Era de Trujillo” de principio a fin en sus vertientes más variadas y los desplazamientos de centros comerciales en las épocas que comprende.

El tratamiento que Sánchez Córdova da al periodo 1966-1978 y el comportamiento urbano que describe al retorno del Partido Reformista al poder, fueron tal vez los que motivaron al  Presidente a condenar el libro a la hoguera. Al deplorar el crecimiento horizontal desmesurado,  anota:

“Así fue como crecieron los núcleos satélites de Buenos Aires de Herrera, El Abanico, Los Alcarrizos, Sabana Perdida y Guarícano. Hoy la ciudad capital, prácticamente mantiene a dichos núcleos  con su correspondiente secuela de falta de infraestructura y sin el equipamiento social que estos demandan…

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