El liderazgo moral de Medina

El liderazgo moral de Medina

El presidente Danilo Medina se ha enfocado  fundamentalmente en ejercer desde el Palacio Nacional un liderazgo moral  y, contra viento y marea,  lo está logrando con responsabilidad suprema. La presidencia, al decir de Franklin Delano Roosevelt, “no es simplemente una oficina administrativa, es eminentemente un lugar de liderazgo moral”.

Del presidente Medina se espera valor para enfrentar las contingencias públicas, las heredadas y las surgidas bajo su administración. En aras de mantener la estabilidad económica y el equilibrio social, su primera obligación se contrae al interés público. Sus decisiones buscan el acierto antes que los aplausos.

Nadie ha aplaudido su plan de reforma fiscal, porque –como siempre- los privilegiados pretenden retener sus privilegios y que el peso mayor del pacto recaiga sobre los sectores menos favorecidos bajo un esquema de pacto integral mal entendido.

Se aplaude hipócritamente al gobernante que prohíbe el uso de tarjetas de crédito, suprime fiestas y agasajos, elimina obsequios, impide el alquiler de instalaciones privadas, remodelaciones de despachos, reduce viajes al exterior, prohíbe las compras y el uso de vehículos de lujo y alto cilindraje, limita las partidas de combustibles, elimina viceministerios ociosos y regula las pensiones del Estado.

Se desconoce al gobernante que procura elevar la calidad del gasto público ampliando la cobertura del Programa Solidaridad, que dispone 10 mil millones de pesos para el financiamiento de las mipymes, que ordena la construcción de 10 mil  aulas y busca recursos para, desde enero del 2013, entregar el 4% del PIB a la educación preuniversitaria, que lanza un innovador proyecto de alfabetización de adultos y convierte al PROMESE en una central única para el suministro de fármacos, insumos sanitarios y reactivos de laboratorio para satisfacer la demanda del sistema público nacional de salud.

Si todo eso no es liderazgo moral, ¿cómo se llama?

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