Quienes se dedican al comercio ilícito de medicamentos parecen contar con patente de impunidad. Se entiende que el mercado ilícito de fármacos tiene dos vertientes altamente dañinas para la salud general de la nación. Por un lado están las importaciones de medicinas no registradas en el país, y por tanto no autorizadas, y por otro las falsificaciones de fórmulas y marcas. Ambas prácticas son ilegales, pero de ahí a que sean perseguidas y castigadas hay mucha distancia.
La Asociación Dominicana de Industrias Farmacéuticas (INFADOMI) ha reiterado sus temores y quejas por la impunidad que rodea el negocio ilícito de medicinas. Aunque atenta contra la salud de la gente y perjudica la industria nacional, no se conoce que se hayan producido condenas contra los que venden medicamentos de manera ilegal. La persecución de estos actos se queda en escaramuzas y bullicio mediático.
Cómo explicar que algo peligroso para la salud de las personas y perjudicial para las inversiones formales y legales pueda mantenerse sin que las autoridades actúen como debe ser. La situación crea mala atmósfera para quienes desean invertir en este campo, pues sus inversiones estarían siempre en riesgo de ser afectadas por una competencia desleal que parece contar con patente de impunidad.
Una epidemia fuera de control
La falta de control sobre los hábitos de manejo y las violaciones no castigadas a la ley de tránsito han hecho que los accidentes viales sean una de las principales causas de muerte en este país. Nadie vigila en las carreteras para hacer respetar los límites de velocidad y las reglas de desplazamiento. Los radares y alcoholímetros han desaparecido de la escena y mucha gente se siente en libertad de andar como le viene en ganas.
Cada vez es menos firme la actitud de las autoridades ante las violaciones de los conductores. De nada ha valido crear organismos especializados para controlar el tránsito si no hay la voluntad suficiente para hacer respetar las reglas. Los motociclistas sin casco, luces, seguros, licencia de conducir y placas son cosa común. Se desplazan a contravía con el mayor desparpajo y ninguna autoridad parece notarlo. Esa actitud le garantiza a los accidentes su sitial cimero entre las principales causas de muerte en nuestro país.