El magisterio, retranca al desarrollo

<p>El magisterio, retranca al desarrollo</p>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El laureado intelectual Diógenes Céspedes, Premio Nacional de Literatura 2007, en la ocasión de tener noticia de su galardón, emitió unas valientes declaraciones acerca de la situación de la educación dominicana que reflejaron el sentir de muchos dominicanos acerca de cuál es la causa de la dificultad para desarrollarnos y la retranca que constituyen las generaciones desde 1962, que no pueden contribuir eficazmente a su elevación moral, cívica y económica.

El anhelo de libertad, que se desató en el país a partir de 1961, con la muerte de Trujillo y la efervescencia posterior que se produjo que culminaron con varios acontecimientos impactantes en la vida dominicana, tuvo su mayor impacto negativo en la forma de cómo el sistema educativo fue asaltado por las fuerzas de izquierda, para crear un tremendo obstáculo para los gobiernos democráticos que quisieron desarrollar el país. Y es que no se pudo contar con la oleada de jóvenes que salían de las escuelas infiltradas por un cretinismo apabullante y que los llevaba a ser incapaces para estudios universitarios y servían para la carne de cañón que tan frecuente se inmolaban en los enfrentamientos callejeros que ocurrían en esos años de libertad, desbocada e incontrolable, de toda la década de 1960.

La fuerza adquirida por los políticos de izquierda, enquistados en los sindicatos formados para arropar al magisterio nacional, tuvieron un gran éxito cuando por causas desconocidas no fueron combatidos y neutralizados por un presidente que se suponía era un amante de la mejor educación, como lo era el doctor Joaquín Balaguer. Este permitió el hacer descontrolado a un magisterio, que su sindicato, reducía dramáticamente los días de clases, con sus frecuentes paralizaciones por demandas de mejores salarios y otras reivindicaciones, que hasta lo llevaron a formar su poderosa cooperativa de maestros, ahora tambaleante por manejos no muy claros.

Las generaciones dominicanas, que no tuvieron la suerte de poder recibir una educación privada, veían como ésta se extendía por todo el país ante la demanda de millares de padres que no querían ver a sus hijos perdiendo el tiempo en escuelas cerradas por las acciones políticas e irresponsables de los maestros. Estos cumplían con la meta de cretinizar a las generaciones de adolescentes pobres, que sus padres no podían costearle la educación en un colegio, que tampoco muchos era la gran cosa, pero al menos recibían clase el año entero y podían promoverse a los cursos superiores y estar en condiciones de ingresar en las universidades e institutos técnicos avanzados.

El foro sobre la educación dominicana, finalizado días antes que a Céspedes se le concediera el Premio Nacional de Literatura, divulgó en grandes rasgos la crítica situación educativa, enfatizando en la necesidad de más recursos. Así se creía que tal cosa sería la panacea de los males de la mala formación que exhiben varias generaciones dominicanas. Estas se encuentran sumergidas en un cretinismo apabullante que se disfraza de falsas intelectualidades o de capacidades técnicas que se resuelven con el uso del teclado de una computadora, pero careciendo de los valores que puedan darle unidad a las familias desintegradas e inmersas en un severo proceso de descomposición moral. La mejor muestra es de cómo la delincuencia campea por todo el ámbito nacional y aterroriza a una población indefensa, sujeta a ser víctimas de delincuentes jóvenes formados tan solo por la necesidad de buscarse el disfrute de recursos, a los que no pueden alcanzar, por carecer de una formación técnica o profesional, que les hubiese permitido llegar a las fuentes del trabajo lícito.

Indudablemente el magisterio ha avanzado mucho en las últimas décadas, desde aquellos bachilleres de la década del 50, que por carecer de recursos sus familiares, no podían iniciar una educación universitaria, anhelo de todos los padres. De ahí se engendró el embrión de lo que estallaría en la siguiente década, carcomiendo un sector indispensable de la vida nacional, que bajo las consignas revolucionarias del marxismo, arremetían de las más diversas formas en contra de lo que era el sistema tradicional democrático, que había comenzado a vivir el país desde 1962.

Los maestros, a través de los años, han sabido capacitarse gracias a becas o con sus propios recursos. Centenares de ellos cuentan con doctorados o grados superiores de formación, pero se mantienen atrapados bajo las garras de un gremio que no ha podido sacudirse de sus consignas originales de impedir por todos los medios que las juventudes en libertad se capaciten. Por eso, la ADP tiene a mano el recurso casi cotidiano de la suspensión de clases, exigir aumentos sin dar nada en reciprocidad y mantener en zozobra a millares de estudiantes al no saber si podrían terminar sin tropiezos un año escolar cualquiera.

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