El magisterio:vocación y profesión

<STRONG>El magisterio:</STRONG>vocación y profesión <BR>

FAUSTO MOTA GARCÍA
La condición más noble y alta que puede exhibir un ser humano en cualquier sociedad es ser merecedor de llamarse maestro. El maestro es líder, modelo, constituye un ejemplo a seguir. El maestro representa el paradigma más convincente de bondad, comprensión, tolerancia y sapiencia; en él se resumen admirablemente entrega y sacrificio en sus más grandes expresiones.

Quien ha vivido a plenitud la satisfacción de enseñar comprende cuán grandioso ministerio encierra y cuáles entusiasmos reporta la interacción maestro- alumno, padre y comunidad. Inmensa es la caridad de la enseñanza, y produce unos placeres incomparables cuando brota a borbotones de lo más íntimo de cada maestro, y se asocia al supremo reconocimiento que la sociedad le otorga a la autoridad y al prestigio del maestro.

Las arcas del Estado no poseen dinero suficiente para pagar efectivamente la noble labor que ofrenda al país el sector magisterial. Existen cosas que no se pueden pagar con dinero. Hay muchas personas que no comprenden la satisfacción que produce el ejercicio de la enseñanza.

Constituye un grave error juzgar la tarea de enseñar como oficio oneroso, limitado, lleno de pesadumbre, propio solamente de gente infeliz y poco próspero de proletarios intelectuales. Esa percepción es falsa, esos son enfoques absurdos. La carrera docente se distorsiona en su esencia, propósitos y en sus encantos cuando se afirma que es una carrera azarosa, sin futuro asegurado, ni prestigio reconocido. Cuán equivocados están los que así juzgan la hermosa tarea de enseñar.

Quienes así piensan nunca han sentido la alegría de ser identificado por un alumno que con admiración le expresa: Maestro cuánto te quiero y recuerdo, a ti debo mis valores, formación, mis éxitos y progreso.

Tan sublime es la condición magisterial que con ella se identifica al gran Maestro por Excelencia, de ese modo, con una metáfora de belleza inigualable la premio Nóbel de Literatura Gabriela Mistral, en un momento de veneración profunda expresó «Señor tú que enseñaste, perdona que yo enseñe».

En la función docente subyace el orgullo del formador de mentes; pero en mayor proporción se manifiesta el placer inocente del jardinero que ansioso espera la primavera para disfrutar el matiz de la flor sembrada y comprobar la validez de los métodos de siembra.

El maestro facilita aprendizaje pertinente, su labor implica corregir y perfeccionar la obra de la naturaleza, moldeando espíritu y conductas, perfeccionando flores nuevas, acreditando la marca de fábrica del experto jardinero de almas exquisitas, preciosas y esperanzadoras. Eugenio María de Hostos, el maestro antillano denota su visión cuando afirma «entre las profesiones que se tienen por más dignas, la primera por el orden de su trascendencia es el magisterio». Estas ideas constituyen un reconocimiento a los grandes maestros, los cuales con su afán han definido el camino de la sabiduría y del progreso.

Estas cuartillas aspiro que abarquen la dimensión de la belleza y la superioridad del sacerdocio magisterial, pero hago un paréntesis para abordar la condición social del maestro, que además de ser paradigmático, es un hijo e hija del pueblo, y ese pueblo le requiere y exige un status, unos conocimientos o competencias, un estilo de vida, un nivel cultural, y además, como expresara Hostos, se espera que enseñe con el ejemplo.

En esa perspectiva es necesario dignificar la vida del maestro, es urgente humanizar su existencia. El maestro necesita alimentarse adecuadamente, poseer casa, educar y velar por la calidad de vida de sus hijos, garantizarle salud, recreo, seguridad social. Requiere medios de transporte, estabilidad laboral, acceso al conocimiento, tiempo para la reflexión, actualización y modernización, seguro de vida, retiro digno, entre otros aspectos importantes.

El magisterio además de vocación es profesión. Por eso saludamos los avances que a favor del maestro se han logrado, tales como el fortalecimiento del Instituto Nacional de Bienestar Magisterial, aumentos salariales, programas de capacitación y actualización, mecanismos de modernización y el mismo Reconocimiento a su Excelencia Magisterial.

Saludamos los servicios del Seguro Médico para Maestros y sus dependientes, una de sus más importantes conquistas. Apoyamos su Sindicato y sus luchas progresitas. Pero sin menoscabo a su labor de ser faro de luz, el maestro merece una vida mejor. Sólo con maestros eficaces es posible transformar la sociedad, si queremos educación de calidad, la inversión en el maestro es impostergable. Es necesario elevar su condición material de vida. Nadie puede dar lo que no tiene.

Ahora se impone el reconocimiento y apoyo. La sociedad y sus instituciones tienen una histórica deuda social con el magisterio. Es tiempo de saldarla, y hacerlo sin enfrentamientos, sin luchas innecesarias, sin perjudicar a los alumnos, sin pérdida de clase. Es hora de que colectivamente hagamos un acto de conciencia y busquemos las maneras de seguir categorizando la más engrandecedora y noble profesión existente: La excelsa condición de maestro.

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