El mal ejemplo

El mal ejemplo

El doctor Francisco Herrera Luque, siquiatra, investigador, escritor, relata en su obra “Viajeros de Indias” cómo los aventureros, los rotos, los personajillos de la picaresca  dejaron sus casas para probar fortuna en América.

Vinieron hijos que no heredaban, curas menores, profesionales sin futuro, esclavistas, piratas, corsarios.

Salieron los busca fortunas, los aspirantes a dejar la condición de desheredados, audaces, implacables, valientes, inmisericordes, ladrones, asesinos, buscavidas.

De los países de la ribera del oeste europeo vino el mismo tipo de personas.

La historia del Caribe, donde se enfrentaron todos los imperios de entonces, enseña que españoles, ingleses, holandeses, franceses y ciudadanos de otras nacionalidades actuaron de forma similar: asesinar a los aborígenes para apropiarse de tierras, vías de aguas, minas, frutas y frutos, carnes, pieles y un largo y doloroso etcétera.

Herrera Luque atribuye a la falta de calidad humana, de los primeros europeos llegados a nuestro continente, la herencia que refleja nuestra conducta.

Siempre he sabido que el ser humano es el mismo y actúa de la misma forma frente a las agresiones y cambios de la naturaleza.

Quien siente frío se abriga, quien siente calor usa pocas ropas o ropas ligeras, aquel que tiene hambre busca satisfacerla, el sediento busca saciar su sed, quien tiene dientes come alimentos duros, ante la alegría vienen las sonrisas y frente a la tragedia las lágrimas. Aún no he visto cíclopes (gigantes de sólo un ojo), gente que vuela con sus propias alas o que camine descalzo sobre las olas.

Aún miramos hacia Europa como la madre de las civilizaciones e imitamos sus acciones, su arte, sus conductas.

Cuando creamos un producto cultural autóctono se inician las comparaciones con lo europeo, como si precisáramos de modelos foráneos para confirmar nuestro quehacer. Fue en Inglaterra donde un grupo de personas cuestionó la autoridad real y logró obtener voz sobre los asuntos públicos.

Los legisladores ingleses han sido imitados y respetados por siglos. El sistema de gobierno parlamentario es un equilibrio que mantiene la corona inglesa más allá del tiempo.

Nuestros legisladores, ávidos de aprender y dispuestos a la imitación, deben ver hacia los ingleses quienes  presentan y cobran facturas de sus gastos por su servicio al país. Últimamente han cobrado facturas por servicios de taxis, lavado de ropas, jardinería y otras actividades nada legislativas.

No dudemos que un día esos co…rajudos legisladores nuestros quieran cobrar porque el aire está contaminado.

Así anda la corrupción en Europa. No los imitemos y si lo quieren  hacer, lo no permitamos. Ya está bueno.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas