El mandato de la minoría

El mandato de la minoría

HAMLET HERMANN
Una vez más se demuestra que el rechazo de los dominicanos al voto es mayoría innegable. No quisiera imaginar que en la Junta Central Electoral se esté pensando en cosmetizar los cómputos para hacer creer que la estructura electoral del país “está de quince” y que el sistema de votación es impecable. De nada sirve esgrimir razones administrativas para justificar la abstención y no admitir que la estructura del sistema electoral está en problemas.

Lo triste del caso es que los Partidos políticos que tratan de sobrevivir a las crisis no se interesan por conocer las razones del rechazo creciente. Se conforman con ganar sin importar cómo ni con cuantos votos. Llegan hasta el punto de admitir como natural y aceptable que la abstención sea de la mitad de los votantes. Se comportan como los alcohólicos clandestinos que esconden y niegan su vicio. Aunque el tufo alcohólico se perciba a la distancia, siempre alegarán que no han probado un trago por mucho tiempo. Y siguen engañándose a sí mismos día a día hasta que llegan al punto sin retorno que termina con su propia vida. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír. Esos refranes deben ser aplicados a aquellos que creen que la supuesta democracia dominicana no tiene problemas o que, si los tiene, son cuestiones coyunturales que pueden ser resueltos a corto plazo.

Vistos los resultados, nadie en su sano juicio puede alegar que el interés por el voto en República Dominicana haya crecido. Todos sabemos que ocurre lo contrario. Algo extraño tiene que estar ocurriendo si los mayores niveles de abstención electoral están en la capital dominicana y en la segunda ciudad en importancia. No es posible ignorar que las dos principales plazas políticas y económicas del país, Santo Domingo y Santiago de los Caballeros, presentan la mayor cantidad de personas que se niegan a concurrir a las urnas. Asimismo podría señalarse que la abstención es notable en un centro industrial y turístico como La Romana, así como también lo es en las provincias de San Pedro de Macorís, Peravia, Monseñor Nouel y La Altagracia. Parecería como si a los responsables de la salud política del país les interesaran más los promedios generales y lo que sucede en las provincias de Dajabón, Elías Piña, Santiago Rodríguez o Independencia, no lo que tiene lugar en las principales comunidades de la nación.

Nadie puede rebatir con algo de lógica que la ciudadanía está harta de tanta falsedad y engaños de parte de los Partidos y de los políticos que los dirigen. Para nadie es secreto que la impunidad está garantizada para unos y otros gobernantes. Pueden robar del erario, matar, saquear bancos y cometer cualquier otro delito sin que sean sancionados. Sucede así porque hace tiempo que en este país no hay adversarios políticos. Lo que sí existen son competidores deshonestos de lado y lado, negociantes de la política que sólo buscan enriquecerse de la manera que sea.

Lo que más sorprende es que los analistas políticos le nieguen la importancia que merece la abstención en los procesos electorales. Y debe entenderse la abstención en su dimensión de castigo a los políticos porque puede ser ejercida de diversas maneras. No sería tan difícil incluir como abstencionistas a muchos ciudadanos que concurrieron a las urnas e, intencionadamente, marcaron defectuosamente las boletas para que fueran anuladas Satisfacían así su deseo de votar al tiempo que repudiaban a los políticos. El problema consistía en que nadie fuera de ellos mismos se enteraría de su repudio sino que en las estadísticas serían incluidos como ignorante que desconocía el sistema de votación. . Lo mismo puede decirse de aquellos infelices que vendieron su voto al mejor postor para poder comer un día. Los dirigentes políticos saben que si los ciudadanos más pobres de la sociedad no fueran pagados, es probable que nunca ejercerían el voto.

Desde hace décadas la tendencia a que la abstención aumente podría estar señalando males profundos del sistema que no pueden ser disimulados ni minimizados por intereses económicos ni políticos. Pero si los gobernantes insisten en no admitir la gravedad de los problemas, mayor será el castigo que el mismo pueblo les impondrá. Los dirigentes políticos debían aplicar a la abstención el qué, cuándo, dónde, cómo y por qué usados por los periodistas para componer sus informaciones. Entonces puede ser que entiendan el problema estructural que existe en la política dominicana y se lanzarían a corregirlos si es que les interesa que sobrevivan este tipo de democracia y las organizaciones a la que ellos pertenecen.

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