El maniqueísmo en el dominicano

El maniqueísmo en el dominicano

Samuel Luna

La gran bola de fuego de nuestro sistema sale de forma imponente, recordándonos que existe el bien, lo puro y la belleza, ese sol que sale por el este nos acaricia y nos da una orientación emocional, nos empuja a seguir el orden del día y sus desafíos. Al mismo tiempo, una gran masa de dominicanos ignoran que somos como el sol de cada día, que deberíamos salir para reinar y para marcar un orden y un destino; sin embargo, en nuestras prácticas, tenemos una cultura que no ha logrado capitalizar esa verdad, es como que nos inclinamos más en el poder del mal que en el poder del bien.

Nuestra cultura está llena de cuentos, tradiciones, de códigos, de semillas que son infructuosas, con prácticas que solamente deterioran la imagen y la dignidad del pueblo dominicano, y aún así, seguimos promoviendo más el mal que el bien. No sé cómo llegamos ahí, pero somos víctimas de una creencia universalista, que surgió en Babilonia, el maniqueísmo. Esta creencia nos empuja a creer que existe una eterna lucha, entre el bien y el mal, ambos en un mismo plano y como iguales en poder. Queremos recordar que las naciones estables y prósperas, decidieron usar más el bien para generar un bien colectivo. Deberíamos usar esos modelos e imitarlos, y así operar por encima del mal, de forma natural y con autoridad. Entendiendo esta verdad, usemos el bien para imponernos ante la corrupción que hoy existe  en el Estado, usemos el bien parar mermar  el feminicidio. De hecho, debemos usar el bien para proteger el medio ambiente, proteger a la niñez y a los ancianos. Debemos articular la chispa divina que poseemos al nacer para rechazar cualquier acción que no genere vida, que no establezca el orden, la justicia y la libertad.

El maniqueísmo nos ha subyugado y ha provocado que veamos las oportunidades y las riquezas como un privilegio y no como un derecho. Nos vendieron la idea de que el mal es lo normal, que el mal es la conducta inherente en cada dominicano, nos dividieron en dos grupos, los elegidos y los oyentes. Algo que no encaja con el espíritu de la democracia, la cual promueve la libertad y la equidad. El maniqueísmo nos lleva a venerar a los partidos políticos, nos pone a pelear, nos deja ciegos y nos incapacita, no nos deja brecha para iniciar un diálogo que beneficie a la mayoría del pueblo dominicano. 

El pueblo dominicano, por ósmosis, adoptó el maniqueísmo para entender la vida social, la política y la religión, y lo único que hemos logrado es dividir el Estado en dos grupos: los del bando del bien y los del bando del mal. Debemos adoptar un solo bando, ¡el bien!, y aquellos que no quieren abrazar el bien, la mejor manera de practicar el bien con ellos, es aplicándoles el imperio de la ley. Debemos unirnos y trabajar para que el bien triunfe.

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