A un año del general Rafael Leónidas Trujillo haber tomado las riendas del poder en el país, Enrique Blanco reingresó al ejército gracias a la admiración que le habían profesado varios altos oficiales, quienes sabían de su historial de militar duro.
Para ese entonces, ya se había producido dentro de las Fuerzas Armadas un ambiente muy delicado.
Aunque tenía poco tiempo en el poder, Trujillo se había ganado la animadversión de muchas personas y de muchos sectores en el país. Su régimen empezaba a caminar sobre brasas calientes.
Con sigilo y discreción, a Enrique Blanco lo llamaron para pedirle que formara parte de un grupo de militares que había planificado darle al presidente de la República un golpe de Estado.
La ambición de poder que había entre todos, contrastó con el estilo de un Presidente afanado en el culto a su persona y que, peor aún, había sembrado el terror entre los militares con los traslados repentinos y decisiones arbitrarias.
Lo cierto era que, lejos de hallarle el talón de Aquiles, Trujillo lucía cada vez más poderoso e imbatible. Por un tiempo intentó calmar a los oficiales mejorando las condiciones en los cuarteles y otorgando ciertos beneficios.
Durante su vida, el tirano había llevado una trayectoria peligrosa. Antes de ser miembro del ejército, él había sido cuatrero, falsificador, ladrón y jefe de una banda que en la época sembraba el terror en las calles. Sus logros en la vida habían sido pírricos. Entre los puestos de trabajos que ocupó figuraron el de telegrafista y guarda campestre en la industria azucarera. Y ya con el rango de teniente, fue sometido a un consejo de guerra por violar a una menor en unos matorrales.