El más triste de los hombres

El más triste de los hombres

Ser recordado por la historia como “tristissimus hominum”, o sea “el más triste de los hombres”, debe ser cosa tremenda. Pero que ese epíteto le sea dado por Plinio el Viejo, caballero romano quien sirvió a Vespasiano y escribió una Historia de Roma, lejos de abrillantar la ocurrencia la sume aún más en el oscuro foso de las melancolías y los dolores…

Plinio se refería de manera tan plúmbea al emperador Tiberio, criado sin padre y punto de confluencia o contraste entre las dinastías claudianas y julianas, tema casi de telenovela y del tuétano del imperio romano. Tras varias conspiraciones en contra suya, Tiberio se retiró, quizás afectado por locura o senilidad. Suetonio apuntó que pasó sus últimos años paranoico. Dejó una inmensa fortuna estimada en más de dos mil millones de sestercios, suma enorme en cualquier moneda de cualquier época, la cual fue dilapidada por su sucesor como emperador, el infame Calígula.

¿A qué viene esta rememoración de un tema que luce tan ajeno al interés periodístico de actualidad? Pues que sin halarlo por los cabellos, Tiberio fue tema del brillante ensayista y médico español Gregorio Marañón, quien hizo una obra –creo que a mediados de los ’40 del siglo pasado- titulada “Tiberio, Historia de un Resentimiento”, la cual conocí en los ’80 en edición empastada de Espasa-Calpe en la biblioteca de monseñor Oscar Robles Toledano y que un querido amigo me recordó este jueves al conversar por teléfono.

 Y en estos días en que dos o tres envanecidos intelectuales de seso duro y alma negra se deleitan publicando artículos para descalificar como “mercenarios” o “cueros de la palabra” a quienes disienten de sus preferencias políticas, recordar tanto a Tiberio como a Marañón, y de paso a monseñor Robles Toledano, me parece de una actualidad y pertinencia insuperables.

Según el doctor Marañón, los resentidos desconocen qué es la generosidad, el amor no se les da bien quizás porque nunca lo recibieron adecuadamente, y ello resulta en seres cuya calidad moral es mediocre. En su prólogo, el científico español indica que la mayoría de los resentidos son “individuos con el talento necesario para todo, menos para darse cuenta de que no alcanzar una categoría superior a la que han logrado no es culpa de la hostilidad de los demás, sino de sus propios defectos”.

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