¡El masacre se pasa a pie!

¡El masacre se pasa a pie!

José B. Gautier
La confusión es grande. Buena plata ha corrido bajo el puente para lavar las aguas del sangriento pecado original. Muchos dominicanos que hoy repudian la presencia de miles de haitianos radicados de forma ilegal en territorio nacional no entienden la razón de esta situación. ¿Por que el país está lleno de haitianos, se preguntan? ¿Por qué diferentes gobiernos viran la cara o entierran la cabeza como el avestruz, para no ver esa invasión de indocumentados haitianos que vienen al país a quitarles el trabajo, la comida, las viviendas, los hospitales, las escuelas, las iglesias a los trabajadores y obreros dominicanos?

Saben que aquí hay leyes (trujillistas de 1934-35-38) de dominicanización del trabajo, para proteger a sus nacionales del desempleo, que regulan la presencia de extranjeros en las empresas, en una proporción de un 80% para dominicanos y un 20% para extranjeros. Es más, que para que una empresa agrícola industrial utilice los llamados “braceros” extranjeros exclusivamente en trabajos de campo devengando jornales en exceso al 80%, se necesita un permiso especial concedido por el Poder Ejecutivo, válido solo por un año.

¿Por qué no se cumplen estas disposiciones legales? ¿Por qué el Poder Ejecutivo nunca ha concedido esos permisos? ¿Por qué las Secretarías de Trabajo, de las Fuerzas Armadas y de lo Interior y Policía (Migración) duermen el sueño eterno en un limbo institucional?

Que antiguamente los americanos importaban braceros haitianos para sus ingenios y que la dictadura siguió el ejemplo cuando Trujillo los compró, ambas situaciones de fuerza, de miedo, de terror se justifican. Lo que es imperdonable en una democracia representativa, social y políticamente, es que el Estado por cuarenta y cuatro años siendo propietario de los ingenios azucareros por la confiscación de los bienes del Dictador, con millones de tareas de tierras cultivables aptas para agricultura y ganadería, en vez de haber dominicanizado la zafra, siga todavía hoy importando miles de braceros haitianos para producir azúcar al mercado preferencial norteamericano. ¡Esto no tiene madre!

Cuando comenzó a ejecutarse el plan consensuado de haitianización del país a mediados de los años 60, no había Tratado de Libre Comercio (TLC). Tampoco existía el concepto de Globalización. El nacionalismo a ultranza era cosa del pasado. Se abrían las puertas de América del Norte para toda la ciudadanía represada por la tiranía.

Solo se hablaba entonces como solución a la problemática económica, social y política dominicana, en contraposición a una doctrina comunista triunfante frente a un capitalismo decadente, la adopción de un modelo socialista parecido al cubano, pero sin Fidel, que realizara una verdadera reforma agraria “pro yanqui” donde los medios de producción, como la tierra y el trabajo, fueran manejados por el Estado y se destruyera, paradójicamente, toda la propiedad privada rural, excepto la azucarera.

¿Quién con facha de monje insignificante e idiota, muñequito de papel maleable a ser comprado a favor de los peores intereses norteamericanos, antítesis del joven y vigoroso revolucionario cubano, se prestaría en una República Dominicana recién liberada de un régimen fachista a ponerse las botas del tirano caído para hacer este sucio trabajo por encargo extranjero?

Como presagio de la imposición de un chaleco de fuerza migratorio a la nación dominicana, vendida la soberanía nacional a cambio del continuismo político, en 1966 se firma entre el binomio gobernante Balaguer-Duvalier, unidas las dos naciones isleñas por lazos de corrupción y miseria, un inmoral acuerdo de contratación de jornaleros agrícolas en Haití y su traslado a la República Dominicana, acuerdo de trasvase de miles de haitianos de un país con una sangrienta dictadura duvalierista a un Estado dominicano super capitalizado y latifundista con una industria azucarera socializada.

Quedan muchas hojas en blanco por llenar de la historia de ese luctuoso período político de doce años de gobierno, de crímenes, de robos, de traiciones a postulados democráticos, cuando se importaron cientos de miles de jornaleros agrícolas haitianos con sus familias para ser asentadas en tierras de la reforma agraria estatal.

Todavía hace falta estudiar el tráfico migratorio triangular, Haití-República Dominicana-Estados Unidos de América de ese período. A la vez que entraban los haitianos a territorio dominicano, se evacuaban dominicanos hacia los Estados Unidos de América como pago compensatorio de la haitianización acordada. Se dejaron entrar medio millón de haitianos al país a cambio de que entraran medio millón de dominicanos a los Estados Unidos. Verifica los censos y las estadísticas. Tan sencillo como suena. (Este otro acuerdo fue hecho bajo la mesa, en secreto. No se ve, pero se sienten sus consecuencias).

Para agudizar aún más la situación de quiebra generalizada de la propiedad privada rural dominicana y ponerla en desbandada para ofrecérsela a la migración masiva haitiana, en contubernio con el nefasto gobernante dominicano, los Estados Unidos de América enviaban a través de la PL 480 millones de toneladas de aceite de soya y grasas comestibles, trigo, maíz, arroz, carne de res, etc., de sus excedentes alimenticios subsidiados por el gobierno a los productores agropecuarios norteamericanos para competir deslealmente por medio de viles disposiciones gubernamentales, con los arruinados agricultores privados dominicanos.

Surge la pauperización nacional como política de Estado paralela a la haitianización del país. La fundita. El regalo de la muñeca y la bicicleta a los hijos de los descamisados compiten en perversidad social con el inhumano batey de haitianos.

El daño está hecho. ¿Cómo salir de este atolladero? ¿Cómo revertir el tráfico, la tendencia migratoria triangular, con o sin la ayuda e influencia norteamericana? ¿Por donde comenzar? ¿Solicitar a Francia que ceda parte de su territorio en Europa continental (algunas provincias) para refugio de haitianos como compensación a los descendientes de esclavos africanos de su antigua y próspera colonia de Saint Domingue?

¿Sellamos la frontera? ¿Deportamos a todos los haitianos ilegales? No se puede estar con Dios y con el Diablo. La doble nacionalidad. No se puede ser Dominican-york bailando el “rap” y no ser dominico-haitiano montando los luases del vudú. Hay que definirse. Salgamos de ese manicomio político con tanta confusión acumulada. ¡Seamos libres! ¿Somos o no una nación independiente?

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