El matrimonio con la pareja interior es para toda la vida

El matrimonio con la pareja interior es para toda la vida

POR SONIA ALFONSO
En la relación de pareja existe un aspecto de suma importancia y sin embargo olímpicamente ignorado, llamado por el sicólogo Carl Jung «La pareja interior». La psicóloga Liz Green, en su libro «Relaciones humanas», de Editorial Urano, enfoca este planteamiento de forma explícita aunque quizás muy profunda.

La manera más sencilla de expresarlo es esta: dentro de cada mujer hay un hombre y en cada hombre hay una mujer. En el interior de cada ser humano existe el polo opuesto de sí mismo, una imagen que contiene cualidades y defectos que la persona no puede manejar de forma consciente, por lo tanto esta imagen permanece en su inconsciente, proyectándose sobre las personas con las cuales se relaciona en un nivel íntimo.

Esto le afecta profundamente, pues dependiendo de qué tan clara o distorsionada sea esta imagen, sus relaciones serán conflictivas o placenteras. En el caso del hombre la pareja interior refleja el lado femenino de sí mismo. Este ángulo revela la capacidad que tiene de conectarse a nivel emocional, su sensibilidad, percepción y el grado de intuición, así como las habilidades artísticas que pueda tener. Si por alguna circunstancia durante la niñez este aspecto es afectado traumáticamente, creándole un sentimiento de vergüenza e inhibición, esta situación se mantendrá a lo largo de su vida, como una especie de mutilación de una parte de sí. Esto se manifestará con una conducta emocional despegada, debido a su incapacidad para conectarse con sus sentimientos. Lo que afectará la comunicación con su pareja, ya que al no poder expresar sus emociones de forma sana estará actuando con un patrón de indiferencia del que difícilmente pueda desligarse.

Además de esto, intervienen diversas circunstancias que también afectan su vida emocional: la relación que tuvo durante su niñez con sus padres, con cuál de los dos se identifica más y cuál de ellos tiene una personalidad dominante. Si quien la manifiesta es la madre, el niño reacciona en su edad adulta de dos formas: o busca una pareja que contenga las mismas cualidades de su madre y así seguir la misma dinámica que sus padres, en cuyo caso asume la parte «débil» de la relación, al igual que su padre. O en un acto de rechazo que nunca es abiertamente manifestado, ya que como adulto se inclina a sentirse atraído por mujeres que no le resulten amenazantes, sino sumisas, asumiendo una personalidad dominante en sus relaciones.

IMAGEN REFLEJO

La sicóloga Liz Green enfatiza el hecho de que a partir de la imagen positiva o negativa que el niño tenga de su madre, se formará dentro de sí un reflejo interno de la figura materna, que contendrá las virtudes y defectos que su madre haya tenido, o bien las que él haya percibido que ella tiene o tenía, en el caso de haber fallecido. Luego, en su vida adulta, proyectará sobre su pareja las características positivas o negativas que él admira o rechaza en su madre. Si la madre ha sido nutriente, amorosa y ha sabido mantener una relación afectiva sana, permitiéndole al niño sentirse amado pero dejándole desarrollar por sí mismo independencia y criterio propios, entonces él aprenderá a relacionarse sin conflictos con cualquier mujer que elija como su pareja. Mas, si la madre ha sido absorbente, castrante y controladora, no dejándole espacio para crecer sin conflictos, el niño reaccionará sintiéndose alienado y tenderá a evitar las parejas que demuestren seguridad y determinación, pues proyectará sobre ellas la visión distorsionada de la madre que lleva en su interior.

Esta situación provoca innumerables fracasos; luego de un tiempo es posible que este hombre se vea atrapado en un matrimonio efectuado en esas condiciones, es decir que ha elegido una pareja con una personalidad totalmente opuesta a la de su madre, tratando de evitar los problemas emocionales que tuvo durante su niñez. Sin embargo, a pesar de esto termina sintiéndose desvinculado emocionalmente de esta mujer.

DIVORCIO INTERIOR

En la medida que es incapaz de vincularse con sus sentimientos, tampoco puede llegar a tener una verdadera intimidad con su pareja. Lo que ha ocurrido es que internamente se encuentra escindido, «divorciado» de sus emociones. Luego se da cuenta que tiene a su lado alguien que no satisface sus verdaderas necesidades. Al haber elegido alguien que no representara una amenaza frente a su necesidad de control, se ha ido al extremo, lo que no le garantiza una vida plena y feliz, aunque pueda tener una vida estable y hasta cierto punto estática y rutinaria emocionalmente hablando. La mayoría de las veces esta relación termina en un camino sin salida, donde no existen posibilidades de cambio, pues la relación carece desde el principio de los elementos que podrían enriquecerla.

Lo ideal sería que la persona aprendiera a diferenciar de forma sana la distancia enorme que existe entre alguien con una personalidad abierta, segura, determinada, auténtica, y otra obsesiva, controladora, agresiva y conflictiva.

La solución a esta situación es que el individuo trabaje internamente, incorporando poco a poco las cualidades a las cuales ha renunciado, es decir, conectarse con sus emociones y sentimientos sin inhibición, generando que sus sentimientos fluyan sin conflicto, permitiéndose a sí mismo sentir y manifestar su afecto sin necesidad de esconder su vulnerabilidad frente a los demás. Esto será posible de lograr con la ayuda de terapia sicológica o con la voluntad de la propia persona de adentrarse en su interior y «ajustar» la visión interna de su pareja interior.

Si logra equilibrar la imagen femenina que lleva dentro, dejará de escudarse en la indiferencia y al mismo tiempo no se sentirá amenazado por las mujeres seguras e independientes, pues no proyectará el reflejo deformado de su madre. Y se sentirá confiado y cómodo al interactuar con ellas. Sólo entonces podrá estar preparado para entregarse sin reservas en una relación íntima.

EN LA MUJER

En el caso de la pareja interior de la mujer el proceso es igual, pero en un sentido opuesto, ya que ella desde niña irá asimilando de la relación con su padre las características que como adulta considerará atractivas o repulsivas en las personas del sexo opuesto. Al igual que en el hombre, esto marca de manera determinante el tipo de relaciones de pareja que pueda lograr a través de su vida. Y dependiendo de la forma en que su padre haya estado presente o no, ella aprenderá a confiar o a desconfiar de los hombres con los que se vincule sentimentalmente.

Si el padre ha permanecido presente y ha suplido sus necesidades emocionales de forma sana y sin conflictos, aún cuando los padres se hayan divorciado, la niña mantendrá de adulta esa misma calidad de relación a nivel íntimo, pues habrá recibido la seguridad, el amor y la estabilidad necesarios para un desenvolvimiento sano.

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