El Matum derriba fichas dominó

El Matum derriba fichas dominó

El 19 de diciembre de 1965, trescientos cincuenta soldados dominicanos trataron de eliminar físicamente al ex presidente Francisco Caamaño Deñó y a los principales jefes constitucionalistas en un asalto masivo contra el hotel Matum en Santiago de los Caballeros. A pesar de la superioridad numérica y la calidad del armamento de los atacantes, los constitucionalistas provocaron al enemigo 30 veces más bajas que las que ellos sufrieron. Según datos ofrecidos por el presidente provisional Héctor García-Godoy, allí perdieron la vida 72 soldados.

Aquel asalto pasó a ser la segunda gran derrota propinada por los militares constitucionalistas a las fuerzas de San Isidro que se habían plegado a los invasores extranjeros. La primera había sido el 27 de abril de 1965 en el puente Duarte y, como consecuencia de la victoria constitucionalista, al día siguiente empezaron a desembarcar las tropas de Estados Unidos para rescatar a sus protegidos.

El efecto más importante que pudo provocar siete horas de combate alrededor del hotel Matum fue que generó la renovación total de la situación dominicana de parte del gobierno de Estados Unidos. Washington comprendió, al fin, que la criminalidad de sus protegidos tenía que ser frenada. La revisión puso en marcha la sustitución de casi todos los oficiales, dominicanos y extranjeros, que habían desempeñado roles importantes en este conflicto.

La derrota de los atacantes hizo que el domingo 19 de diciembre, el teniente coronel Juan Manuel Ortega Piñeyro, responsable de la dirección del asalto, fuera sustituido por el teniente coronel Aquiles Álvarez Peynado. Al día siguiente, en reunión con el embajador estadounidense ante la OEA, Ellsworth Bunker, y con miembros del MAAG, Ortega Piñeyro admitió la indisciplina y la falta de control de la tropa atacante durante la prolongada lucha.

Sorprendentemente, la Fuerza Interamericana de Paz no trató de detener el combate y sus tropas no llegaron hasta el hotel Matum sino luego de seis horas de sangriento enfrentamiento. Tanta negligencia no pudo ser explicada satisfactoriamente por los más altos jefes de esa fuerza, lo cual dio la impresión de una confabulación de la FIP con el intento de exterminio de los constitucionalistas. Sin que esa actuación se aclarara, el teniente general estadounidense Bruce Palmer fue sustituido de su mando apenas tres días después del Matum. El general de Ejército brasileño Hugo Panasco Alvim corrió la misma suerte dos días después, el día de Nochebuena. La FIP nunca ofreció explicación sobre estas sustituciones; sólo coartadas y justificaciones.

Apenas el 10 de enero de 1966, John Crimmins fue designado  segundo de la embajada de Estados Unidos en Santo Domingo para despojar al embajador W. Tapley Bennett de todas las funciones. Asumiría formalmente la posición de Embajador cuando se juramentó el nuevo gobierno en julio de ese año.

También como consecuencia del Matum, salieron del país a ocupar cargos diplomáticos, el 22 de enero, el ex presidente Francisco Caamaño Deñó y los principales oficiales constitucionalistas. Dos semanas después lo harían el ministro de las Fuerzas Armadas, comodoro Francisco Rivera Caminero y otros oficiales. Enrique Pérez y Pérez ocuparía la jefatura de las Fuerzas Armadas. Bajo la misma línea general, el jefe de la Policía Nacional, general Herman Despradel Brache, fue reemplazado por el coronel José de Jesús Morillo López.

También en el Departamento de Estado las fichas se desplomaron merced al fracaso de su política en República Dominicana. Jack Hood Vaughn fue suplantado por Lincoln Gordon en el cargo de Secretario Asistente para Asuntos Interamericanos. Thomas Mann renunció de su cargo en el Departamento de Estado aunque, por su intimidad texana con el presidente Johnson, siguió asesorándolo en asuntos de América Latina. Kennedy Crockett, Director de Asuntos del Caribe en el Departamento de Estado fue puesto de lado y  puesto allí  C. Allen Stewart. Este  asalto, realizado con el preciso objetivo de exterminar a la dirigencia militar constitucionalista, resultó ser, para sus organizadores, un tiro por la culata. La criminalidad del intento y complicidad de las tropas  ocupantes fue un experimento que se volvió contra quien no pudo detenerlo y contra quien lo había desatado.

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