El mecanismo narrativo de Luisa Pérez Viñas

El mecanismo narrativo de Luisa Pérez Viñas

POR DIÓGENES CÉSPEDES
Son pocos los escritores, hombres o mujeres, que en su primera novela despliegan hoy, en esta era de la cultura light o era de las frivolidades, la capacidad narrativa de Luisa Pérez Viñas para inventar mundos ficticios. Tengo en mi biblioteca novelas de 300 y 400 páginas escritas por autores dominicanos cuyo caos narrativo y cuya deficiencia cultural son tan grandes que me he visto forzado a abandonar su lectura.

Este tema de la guerra civil española nos parece, si se quiere, muy alejado de la fecha de su ocurrencia, pero la autora le ha impreso, al saber narrar, un interés tal que el lector o lectora no suelta la obra hasta saber qué ha sido de los protagonistas desde que se involucran en la guerra civil, su exilio en Francia y su salida hacia la República Dominicana, a qué se dedicaron a su llegada al país y todavía el interés por lo desconocido queda en vilo al no dar solución y quedar abierta a la imaginación de cada cual el destino de Eloísa y Roberto Miller. Vivimos el sentido de la obra como si los acontecimientos estuvieran sucediendo hoy. Esto se debe a que los problemas de los personajes son de hoy.

El argumento y el tema central de la obra no son asunto de frivolidad. Se trata de algo estratégico para la política del sujeto: el compromiso con los ideales de la república española, pero ni siquiera a la luz del matiz liberal o conservador dentro del liberalismo republicano, sino del más radical punto de vista revolucionario (la acción de comunistas, liberales socialistas, anarquistas unidos para salvar a la república) simbolizado por el sacrificio de Javier Mendizábal, esposo de Eloísa del Valle.

¿Cuál es la explicación simbólica de la muerte de Javier que hasta el final de la novela no cesa de inquietar a quienes estuvieron en relación con él? Y a nosotros, lectores y lectoras del presente 2007. La resumo en este simbolismo semántico: 1) inestabilidad emocional, 2) enamorado y protector, y 3) fanatismo.

Javier no es un símbolo de un hombre, ni de un héroe, ni de un personaje de ficción. Javier simboliza el fracaso de la república, la cual no podía triunfar ni era viable con esas tres características  que la adornan y que figuran en el párrafo de arriba. Por eso Javier muere como república inestable y emocional, enamorada y protectora y fanática.

Así ve la situación Eloísa al final de su catarsis: “Recordó al Javier de Bilbao, enamorado y protector; al Javier del camino a Barcelona, enamorado y protector; el Javier de la lucha hacia el exilio, enamorado y protector; recordó al Javier de Saint-Cyprien. Sí, no tenía que mentirse, Javier pasó por unos cambios emocionales que quizás con alguna ayuda de alguien con conocimiento de los cambios en la conducta humana, pudiera haberle prevenido o más bien orientado a enfrentar la terrible pesadilla del campo de concentración lejos de su país que tanto amaba. Sí, Javier se convirtió en un fanático de la causa española, no importaba si eran la República, la tierra de Euskadi, los comunistas, socialistas, anarquistas, todos o cualquiera, menos unirse o darse por vencido ante los fascitas de Franco. Y perdió la perspectiva, y ella perdió a Javier.” (p. 341

Pero la verdadera catarsis o purificación de Eloísa termina en la página 342 cuando la narradora, y no la heroína, nos revela que mientras esta se encuentra a bordo del “Satrústegui” que la trae de vuelta a la República Dominicana, su cuñado Patxi, residente en México, le envía una carta a San Francisco de Macorís, en la cual le dice lo siguiente: “He tenido confirmación de que nuestro querido Javier, antes de salir del campo, se había afiliado al PC [Partido Comunista Español]. Logró escapar burlando la seguridad de los gendarmes en una de las paradas de tren hacia Burdeos, junto a otros cinco compañeros.

Consiguió cruzar la frontera, pero ya el triunfo de los nacionales era un hecho que este grupo desconocía. Luego de uno de los tantos enfrentamientos debieron unirse a la guerrilla con la que estuvo activo por un tiempo, cayendo en una emboscada cerca de Bayona. Sus cuerpos [sic] jamás fueron encontrados y los nombres de estos combatientes, al ser nombres de lucha, nunca fueron reclamados por ninguna familia.”

Revelado este enigma, del cual sólo quien lee la obra conoce el detalle de la fuga, pero no el resto, la vida de la protagonista Eloísa fluirá hasta la catarsis final. Como Eloísa sólo conoce la historia de Javier hasta el momento del acuerdo de ambos de juntarse en Burdeos para tomar el barco, la narradora se encargó de mantener para el final el secreto de lo que ocurrió a Javier cuando iba en el tren, tren diferente al tomado por Eloísa, por supuesto: “¿Qué sucedió camino a Burdeos. Jamás lo sabría, pero muy dentro de ella sabía que él la había dejado libre y no la arrastraría una vez más a la locura de luchar por sus ideales, y algo hizo él para regresar a España. ¿Sería esto cierto? No lo sabía; y ya no quería saberlo.”

Y claro, no podía saberlo, pues el detalle está en la carta de marras del cuñado Patxi, quien está exiliado en México. Pero, ¿hasta dónde es cierta la versión de Patxi, la cual es versión de trasmano? La novela puede dividirse en un antes y un después del viaje de Eloísa y Diego a España. Las dos partes son como un dueto musical cuyas notas y acordes no dejan de remitirse una y otra vez a las dos partes, sobre todo la segunda, que no cesa de interrogar a la primera.

Pero es significativo que la narradora, que se coloca en un plano de omnisciencia, califique de “locura”  la lucha y los ideales de Javier. Si lo ha hecho, se debe a que en la página anterior, la república, simbolizada por Javier, no podía triunfar frente a los nacionales al estar  dotada de inestabilidad emocional, amor protector y fanatismo.

Sin embargo, ese saber o conocimiento, que la narradora omnisciente da por carente de interés para Eloísa, lo obtendrá la heroína cuando llegue a San Francisco de Macorís y lea la carta que le ha enviado Patxi desde México.

Mientras tanto, e incluso al desconocer lo que dice la carta de Patxi, Eloísa ha roto con el papel de víctima que asumió desde la desaparición de Javier, es decir, del desvanecimiento de la República, al culpabilizarse de la derrota simbolizada en Javier y en la inviabilidad de la república naciente simbolizada en la propia Eloísa al dar a luz un hijo natimuerto en casa de su cuñado Felipe Mendizábal  en Bayona, fruto de su unión amorosa con Javier. No deja de sorprender que sea en Bayona, lugar de otro acontecimiento nefasto para España –la caída de la monarquía– cuando Napoleón mantuvo cautivo en esa misma ciudad a Fernando VII.

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