Mañana se celebrará el “Día del Médico”, y esta razón nos invita a reflexionar sobre el trabajo del médico en nuestro país, tema que es proclive hasta para filosofar si se quiere, en razón de que es una acción muy compleja eso de salvar vidas, pero que en el marco de la modernidad y el economicismo, su ejercicio hoy día tiene retos muy significativos, que hace nuestra actividad hipocrática, en ocasiones muy difícil. El balance que de manera atrayente se pudiera presentar, obliga a recomendar necesarias rectificaciones para mejorar incentivos y condiciones, no sólo de índoles económicas, psicosociales y educativas, para preservar dentro de normas éticas esta labor, indispensable en la sociedad y que felizmente encuentra en sí misma su mejor recompensa, lograda sólo cuando se tiene verdadera vocación de servir.
Lo material, por sí sólo, poco significa. Al contrario, puede ser factor de engaño sugiriendo falsamente la realidad de esencias que se niegan en la práctica. Pobre de aquel joven que inició su carrera de médico para hacerse rico. Obligatoriamente hoy, para que eso acontezca tendrá que hacer una medicina puramente mercantilista, que de seguro lo llevará a cometer actos cuestionables y hacer de su práctica una inerte y asfixiante actividad mercurial, peor que aquel ávaro prestamista al “módico” 20% de mi infancia. Aceptando penosamente que nos hemos convertido en –empleaditos- de las ARS. El médico de hoy se ve compelido a aceptar normas de “eficiencia” administrativa, dictadas sabe Dios por qué talentosos -técnicos- de esas instituciones puramente comerciales. Un ejemplo basta: soy médico neurólogo, por lo que eventualmente debo realizar la punción lumbar a mis pacientes: esto el estudio del líquido cefalorraquídeo. Como se extrae una buena cantidad de líquido, el paciente debe quedar en reposo durante 24 y en ocasiones hasta más horas, para evitar dos cosas: una terrible cefalea, o un cierre anormal de las meninges, lo que acarrea serias complicaciones. No obstante lo anterior, algunos “sabiondos” de las ARS, la consideran una prueba ambulatoria. Esto contraviene lo que aprendí de mis profesores ingleses. Felizmente, todas las ARS no son iguales y algunas entran en razón.
Otros aspectos importantes son: la tecnología, la modernidad, la globalización, la disponibilidad para el paciente y sus familiares, de informaciones que no siempre tienen validez científica, pero que están a un “click” en sus equipos electrónicos. Esto obliga, más que nunca, a que ese médico que quiere dar un servicio adecuado, tiene que ser culto, muy sensible, comprensivo, actualizado, con espíritu inquisidor, con capacidad comunicativa y creadora, para poder ofrecer en este “unificado mundo” un servicio médico de calidad y actualizada tecnología. Pero nunca deshumanizarse, como ha pasado en otras latitudes, espero que jamás dejemos de ver a nuestros pacientes en una dimensión humana y médico social. En contra de esto están las crecientes demandas judiciales a los médicos, nos estamos –modernizando- y queramos o no, esto atenta contra esa medicina afectiva, la del médico amigo del paciente y nos encaminamos apresuradamente a una medicina indolente y puramente “tecnológica”, donde el paciente es sólo un número de récord, pues es un posible demandante. Esto de manera lógica conllevará el encarecimiento exponencial del ejercicio médico, pues tendremos en cada caso que aplicar “todo el protocolo”. Esto significa que si usted me visita por un dolor de cabeza, yo estaré hipotéticamente obligado a investigar y pedirle exámenes hasta de las uñas de sus pies. Tremendo dilema con esta modernidad médica, en un país –no rico- como el nuestro.
Pero aun con sus conflictos y modernidades, el ejercicio médico continúa siendo un apostolado, los médicos merecemos en nuestro balance cultural, un espacio amplio y digno, una página justa y honradora por ese gran anhelo humano y casi divino, de redimir al hombre de sus esclavitudes morbosas y epidémicas. ¡Feliz Día del Médico!