El mefítico olor de la mentira (2 de 2)

El mefítico olor de la mentira (2 de 2)

JOAQUÍN RICARDO
El ingeniero José B. Gautier, al parecer, ignora lo que es una reforma agraria. De ahí que casi siempre la ignorancia, especialmente la supina, es atrevida. El doctor Rodrigo Borja, en su Enciclopedia de la Política, define la reforma agraria «como el conjunto de medidas de política económica que buscan modificar la estructura de la propiedad de la tierra y el régimen de su tenencia con el doble propósito de mejorar la situación socio-económica de los campesinos e incrementar la producción y productividad agrícolas».

Continúa explicando el doctor Borja más adelante que «la estatificación marxista de la propiedad de los predios agrícolas para implantar en ellos formas colectivas de explotación con base a unidades de gran tamaño capaces de incorporar modernas tecnologías no es propiamente reforma agraria sino revolución agraria. La reforma agraria, respetando el derecho de propiedad privada, redistribuye la tierra entre los campesinos que la necesitan y convierte en dueños a los tenedores precarios (aparceros, arrimados, cierto tipo de arrendatarios, huasipungueros), o promueve la adjudicación de la propiedad de la tierra a favor de cooperativas o comunidades campesinas». Fin de la cita.

Con esa definición creo que está conceptualmente definida la Reforma Agraria no sólo del doctor Balaguer, sino las que con el mismo propósito puedan hacerse en el futuro, pero naturalmente hay personas que por sus juicios parecerían haberse escapado del Paraíso de los necios del Infierno de Dante.

Celebremos que el embajador Gautier conozca, como él afirma, la Constitución de la República y haya estudiado los diversos acuerdos y tratados suscritos entre la República Dominicana y la República de Haití. Les serán de mucha utilidad en el desempeño de sus funciones como Embajador Encargado de la Sección Política y Límites Fronterizos de la División de Relaciones con Haití de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores. Seré el primero en aplaudir sus resultados en la defensa inteligente de los intereses nacionales.

Acepto el reto de ventilar la verdad, y agrego, sin retorcimientos y sin pasiones envolventes, especialmente cuando nos referimos a personas ya fallecidas. Recordemos a Francois Marie Arouet, mejor conocida como Voltaire cuando expresó: «A los vivos se les debe respeto, a los muertos nada más que la verdad».

En el caso del doctor Balaguer, quien se yergue con la estatura y la fuerza propias de un gigante en la historia dominicana e infeliz quien no quiera comprenderlo, ya se encuentra ocupando el sitial que le corresponde por su devoción, patriotismo y realizaciones a favor de la República, el cual había sido reservado en la galería de nuestros grandes inmortales, no necesita de apoyo o defensa alguna.

A propósito de lo dicho, me viene a la memoria una anécdota relativa al Escorial: El Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial en España es una de las maravillas del mundo moderno. En la cripta debajo de la entrada de la iglesia, hay un techo construido de tal manera que Felipe II -quien lo mandó a construir-, al contemplar la edificación, ordenó al arquitecto Juan de Herrera que pusiera una columna en el centro, pues estaba seguro de que sin ese apoyo no podría sostenerse. Y el arquitecto, para satisfacer al rey, puso la columna. Cuando enseño al rey la obra ya terminada, Felipe II le agradeció que hubiese seguido su consejo. Entonces el arquitecto la derribó de un puntapié. La columna era de cartón y no sostenía nada, con lo cual quedó demostrado que el techo no necesitaba ninguna columna para sostenerse. La cita es suficientemente aleccionadora.

Termino, recordando a los centauros, aquellos seres mitológicos mitad monstruos y mitad ser humano, los cuales aunque parezca increíble, resultan muy común en nuestro medio, al tiempo en que rememoro al Evangelista San Mateo, en su capítulo XXIII, versículo 27, cuando expresa: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! ¡Sepulcros blanqueados hermosos por fuera, y llenos por dentro de huesos de muerto y toda clase de inmundicias!».

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