El mefítico olor de la mentira

El mefítico olor de la mentira

JOAQUIN RICARDO
«Es lastimoso que seamos seducidos por nuestras propias bufonadas e invenciones». Michel Eyquem de Montaigne

Me veo en la ineludible necesidad de referirme a un artículo publicado por el señor embajador José B. Gautier, con el cínico título de «Sofisma Balaguerista», publicado en las páginas de Opinión del matutino «Hoy», del 14 de enero en curso. El embajador Gautier, aunque no lo específica, alude a mi carta aclaratoria dirigida al señor director del periódico hoy, don Mario Alvarez Dugan, publicada el día 7 de enero del presente año.

En el escrito que vamos a comentar en las siguientes líneas, el referido embajador al no poder refutar los argumentos que expuse en mi carta aclaratoria antes mencionada inicia, entonces, un desbarre acerca de algunos aspectos de los gobiernos presidios por el doctor Balaguer, que nada tienen que ver con su planteamiento original, emanando su escrito, el mefítico olor de la falacia.

Existen personas que en su paranoia se convierten en sicofantes de la historia.

El referido articulista inicia esta vez su relato resaltando lamentables acontecimientos que se produjeron durante los primeros tres cuatrenios constitucionales en que el doctor Balaguer ejerció la primera magistratura del Estado o sea los llevados y traídos doce años, cuyo juicio histórico aún espera por el análisis objetivo y desapasionado. Sin entrar en muchas consideraciones, pues no es el objeto de estas puntualizaciones, el ingeniero Gautier olvida que al doctor Balaguer le tocó gobernar en 1966 un país que había sufrido una guerra fratricida que, además de los caídos en la misma, dividió a la familia dominicana, acreditándosele como uno de sus más funestos efectos. Así las cosas tuvo el que enfrentar a una izquierda que, haciendo abstracción de sus ideales, escogió el camino de la violencia para tratar de lograr sus fines y objetivos políticos: Guerra de guerrillas en las montañas y en la zona urbana después; asaltos y asesinatos fueron los medios utilizados con una desbordada efervescencia. Al mismo tiempo, enfrentaba también el doctor Balaguer, a la casta privilegiada que nació en el país después de la desaparición de la dictadura de Trujillo.

Ese último grupo, que ha sido denominado «oligarquía», que vino a reemplazar el clan formado por la familia Trujillo y que conspiró hasta derrocar al profesor Juan Bosch, no concebía existencia sin los privilegios que otorga el poder, al tiempo que utilizaban en su beneficio las facilidades que emanaban del control de las instituciones del Estado. Depositaron en el Consejo de Estado y, muy especialmente, en el Triunvirato -en el de tres y en el de dos- toda sus esperanzas. Eran los descendientes de la estafa de Harmont y del intento del general José María Cabral de arrendar la bahía de Samaná. Esa horda de cartagineses que, cual fiera hambrienta, tomó al país como una presa, desde principios de 1962 hasta el 24 de abril de 1965, exceptuando el breve período constitucional del profesor Juan Bosch, fue la culpable de la descomposición social de la República, cuyos reflejos aún se sienten.

Ese interregno se caracterizó por una desmoralización absoluta, donde la corrupción alcanzó grado inauditos. Hasta las costumbres sexuales descendieron entonces a un nivel de depravación que nos hizo recordar a Sodoma y Gomorra, purificadas estas últimas por el cataclismo divino. Esa sociedad fue la que heredó, como gobernante, el doctor Balaguer.

Por lo antes expresado, vale citar la frase de Marco Fabio Quintiliano en su de Institutione Oratoria, capítulo IV, 2, 91, cuando expresa: «Al mentiroso conviene el tener memoria.

Cuando usted habla, ingeniero Gautier, de la «Revolución Verde» y de «de jóvenes empresarios cuyo sueño chocó con las leyes agrarias», sólo me pregunto lo siguiente: ¿No fue el doctor Balaguer, en las postrimerías de 1961, quien puso en vigor leyes para exonerar del impuesto de exportación al café, al cacao y al tabaco, en adición al ya existente para el azúcar? ¡No es el mismo Presidente Balaguer quien pone en vigencia la ley 299 de Incentivo Industrial, en los inicios de su primer mandato constitucional, la cual permitió el comienzo de la industrialización del país? ¿Acaso o fue el mismo Presidente Balaguer quien donó los terrenos y otorgó facilidades para crear la Zona Industrial de Herrera? Y ese lapsus, ¿en qué país vivía usted, embajador Gautier?

Habla de una «cavernaria Comisión para la Aplicación de las Leyes Agrarias y de una reforma agraria en 1972 de tipo comunista». La caverna no estaba en las leyes agrarias, sino en los terratenientes que anhelaban, como expresó el doctor Balaguer, «que nuestra masa campesina siguiera sirviendo de carne de cañón y de burro de carga para beneficio de los que siempre han vivido del sudor ajeno. Pero no está lejano el día en que también los hombres que viven doblados sobre la tierra se unan para defenderse contra los peligros que acechan a su clase».

Sólo entre los años 1972 y 1973 se repartieron 1.2 millones de tareas de tierra entre 14,850 familias, alcanzando un récord jamás igualado en la historia. ¿Dónde estaban los asentamientos de haitianos?

Expresa el ingeniero Gautier que «todo esto era parte del afán continuista». Me remito, aunque no las comparta en su totalidad, para dar respuesta a esa falsedad, a unas declaraciones del ex presidente Juan Bosch, producidas por el periódico El Caribe, el 20 de agosto de 1972, en relación a las leyes agrarias; «Con estas leyes Balaguer rompe con su base de sustentación política, con la fuerza social (la oligarquía) que en el orden nacional, es decir, dentro de los límites de la República Dominicana lo han ayudado a sostenerse en el poder. Con la situación creada se presenta la primera luz en la noche política dominicana de los últimos siete años. Hasta ahora, no podía vérsele salida a la situación política nacional; pero ya se le ve. Podemos asegurar por lo menos, que el poder del doctor Balaguer dejó de ser lo que era y si sabemos actuar con inteligencia, su sueño de seguir siendo presidente de la República el resto de su vida no se va a cumplir». Nos preguntamos entonces si la Reforma Agraria que por razones continuistas y para asentar haitianos. Su más radical adversario reconoce las implicaciones sociales de estas leyes, solo los desfasados y maníacos depresivos no pueden admitirlo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas