Algo pasa en la percepción y la aptitud de los dominicanos que se muestran ambivalentes en aprender a discriminar entre lo correcto, lo sano, lo bueno, lo mejor, lo peor, lo patológico, lo incorrecto y lo inmoral.
Algo pasa en la madurez de una sociedad que no es capaz de socializar una nueva cultura de vida diferente a las viejas prácticas. Algo sucede en esa sociedad, que prefiere repetir lo disfuncional de generación en generación antes que cambiar de actitud, para crear una cultura de hábitos y de costumbres sanas y funcionales.
La patología social dominicana ha impedido la viabilización de un proyecto de nación cohesionado y amparado en los derechos humanos con equidad e inclusión de todos los grupos sociales. Más bien, la sociedad se ha vuelto un tanto inmadura, de baja autoestima, sin identidad y sin sentido de pertenencia.
Todo se explica en esa falta de autovaloración, de autorespeto, y de autoaceptación de los grupos que inciden y ejercen opinión pública en demandar una sociedad mejor y diferente para los niños, niñas, jóvenes, adultos y envejecientes, sin importar su condición económica, social, étnica, para vivir en libertad, con felicidad y con dignidad.
Un partido político tiene que hacer posible el desarrollo con equidad de ciudadanos; tiene que enseñar y estimular a las personas a luchar por la dignidad, por el trabajo decente, la ética y la moral pública y privada para establecer una nueva actitud social hacia la búsqueda de felicidad basado en la educación, la salud, la seguridad, la paz, el amor y la compasión por el prójimo.
El mejor partido práctica la institucionalidad, el orden, la planificación y desarrollo de las oportunidades basadas en modelos de equidad, equilibrio y calidad de vida para todos. En el que todos tengan las oportunidades para crecer y para desarrollar sus habilidades, su inteligencia y sus destrezas.
El mejor partido político hace posible el altruismo social, no la distribución clientelar que enseña la dependencia del Estado. Fomenta el derecho de los ciudadanos, disminuye sus riesgos, aumenta sus factores protectores ante la inseguridad, la violencia y la vulnerabilidad con que se vive.
El mejor partido marca a más de una generación en el aprendizaje social de un nuevo ciudadano respetuoso de las leyes, de los principios y de las buenas costumbres que junto a las buenas acciones forman el carácter social de una nación en la que la gente asume su identidad, el apego y el sentido de pertenencia a un grupo humano inclusivo, jamás excluyente.
El mejor partido político cree en los valores, enseña y socializa la solidaridad, la dignidad, disminuye pobreza, crea trabajo decente, fortalece la educación, la vivienda, la calidad de vida y la calidez, la autoestima y la esperanza de una vida más humana y más próspera para todos.
Sé que el mejor partido invierte en un nuevo cuidado: moral, ético, educado, responsable, cumplidor, creíble, transparente, solidario, afectivo y vincular.
La nueva sociedad no se construye con la exclusión, el relativismo ético, la desesperanza, la infidelidad, la falta de altruismo y de vida desigual en la que se sumergen los ciudadanos. La discriminación, la exclusión, hacen crecer el resentimiento social, la envidia, el odio, la violencia, la intolerancia y las conductas disociales.
El mejor partido crea las condiciones para un proyecto de nación. Hace del Estado una existencia sintiente y solidaria para todos.
Posiblemente un pesimista crea que siempre estaremos igual; viviremos igual, pensaremos igual y aceptaremos los mismos viejos caminos y las mismas prácticas insanas y perversas. Posiblemente un optimista sabe que todo va a cambiar, puesto que adoptó una nueva actitud mental positiva, de lo que debe ser un político y un mejor partido.
El mejor partido cree en los símbolos, respeta la historia; hace la nueva historia, permite las diferencias y el disenso, no hace trampas a la sociedad.
Quizás ese partido haya que reinventarlo, parirlo de nuevo; pero la sociedad merece mejores partidos políticos, mejores políticos y mejores ciudadanos, hombres y mujeres que no piensen volver a la patología social dominicana, sino al proyecto de nación que impulse el crecimiento para todos y para todas.