El «Men» está solo

El «Men» está solo

Si tuviera un apellido altisonante, si no viviera en la Barahona, si fuera blanco, pero sobre todo, si se hubiera montado en el tren de los corruptos que han cambiado su fingida militancia revolucionaria por un cargo, estuviera rodeado de canastas de frutas y de arreglos florales, atendido por eficientes enfermeras y diligentes amas de llave que hicieran más llevadera su convalecencia después de una operación de cataratas.

Pero Jorge Puello Soriano (El Men) está solo con sus tropiezos y las tinieblas de sus ojos que aún no han podido ver la luz porque la cirugía es muy reciente. Su casi ceguera fue la secuela de su decidida y ejemplar oposición al represivo gobierno balaguerista de los doce años. A partir de 1966, El Men fue el más apresado, golpeado, maltratado. Los palos que le propinaron con tal saña en la cabeza le dejaron esas lesiones permanentes en la vista.

Gracias a la generosidad del doctor Arnulfo Reyes, un ex catorcista que se ha mantenido fiel a sus ideales y principios aunque muchos lo consideran tan utópico como El Men, fue intervenido quirúrgicamente gratis el legendario guerrillero de Cevicos, el intrépido comandante de abril, ese símbolo de honestidad e integridad que tantas veces ha expuesto su vida, desde la adolescencia, por la identidad, la libertad, la soberanía de este pueblo.

Pero El Men está solo. ¿Quién va a estar pendiente de ese viejo zapatero que aún se enfrenta al imperialismo, demanda distribución de las riquezas, hace causa común con el obrero y exhibe orgulloso en la pieza abandonada el inmenso afiche de Mao Tse Tung y la efigie imponente de Ernesto Che Guevara?

El fundador del Movimiento Popular Dominicano está completamente solo con sus ideas y discursos que sus viejos camaradas subidos en el carro del oportunismo califican de trasnochados. Ciego, escaso de alimentos y dinero y abundante de sueños, con casi ochenta años a cuestas y sus ilusiones por un mundo más justo todavía invariables, vive a la espera de un alma sensible que lo transporte a la clínica, que le indique el camino en su oscuridad temporal, que le hable, que le escuche.

Vana esperanza de este soldado de mil batallas que no acaba de comprender la descomposición de esta sociedad en desbandada para la cual es un modelo desfasado, motivo tal vez de burlas, más que de la admiración, la veneración, el respeto que merece su desinteresada entrega ante la cual deberían inclinarse hasta los que él combatió en las improvisadas tribunas de los barrios y fábricas, tras los duros barrotes de las cárceles.

El Men está solo con su ingenuidad de niño, pensando, quizá, que sus viejos compañeros y amigos no le han olvidado, que no han ido a visitarlo en su adversidad porque no se han enterado de su estado. Ojalá y así sea.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas