El Men: mohicano de los sueños

El Men: mohicano de los sueños

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Angela Peña, efectiva en el pensar y correcta al escribir, en su columna de HOY nombrada «Media Naranja» nos ha dicho que «El Men está solo». En verdad, Jorge Puello Soriano pertenece a la especie en extinción de los revolucionarios dominicanos. El es el último revolucionario de aquí, lo mismo que Chinga-Gu fue «El Ultimo de los Mohicanos», del libro famoso del norteamericano Fenimore Cooper.

El Men fue hombre de trabajo, en su cuarto de zapatería entre la bigornia o Mckinley, la plancha, el martillo, la chaveta, la lima, el tirapié, la lezna, el cerote y los clavos, a cada golpe del martillo contra la suela, teniendo por soporte la bigornia, Jorge Puello Soriano soñaba con la libertad de su pueblo y pensaba que P. J. Proudhon una vez gritó que: «La propieté c’est le vol».

Conozco a El Men desde 1962 y he sabido de sus luchas y de sus agonías, de sus penurias y de sus calamidades. Mantuve y sostuve amistad con ese revolucionario con sangre de lectura del Archivo General de la Nación. En ese entonces Jorge Puello investigaba en los papeles de los viejos anaqueles. Un día me prestó el libro titulado «Los Hermanos Amejeiras», y otro día me invitó a su casa de la calle Barahona a un locrio de arenques para compartir con su vecino don Arturo Samí, que cuando fue boxeador lo llamaron «El Indio Bravo».

En su «Media Naranja», Angela Peña nos habló de la pobreza y de la soledad de El Men. La talentosa escritora me hizo meditar, pues en realidad estamos bien pobres y nos quedamos bien solos. A pesar que dicen por ahí que para estar mal acompañado, resulta preferible estar solo. Recuerdo a Henry Ibsen, el escandinavo de «Casa de Muñecas», que creía que «el hombre solo es el hombre libre».

A mi amigo Jorge Puello Soriano le digo que en la ciudad de Oslo, en una plaza que por delante tiene el Teatro Nacional de Noruega, frente a frente existen dos grandes estatuas: una es de Ibsen y la otra es de Biorson. Ellos fueron dos grandes dramaturgos. El teatro de ellos fue individualista, o sea que ellos exaltaron al individuo frente a las multitudes, o sea ante las colectividades. Ellos pretendieron enseñarnos que lo que valía era el hombre y no las masas humanas.

Ellos creían que «nunca está el hombre más acompañado que cuando está solo». Así al hombre lo acompañan sus pensamientos que son sus mejores amigos.

El Men fue un sentimental, un zapatero sentimental que sin ir a las academias, encontró el exponente mágico que en su pecho supo valorar la belleza suprema de la abnegación, el sacrificio y en el renunciamiento.

Entre los revolucionarios dominicanos, que cambiaron su «seudo revolución» por las yipetas, las pistolas, los celulares, los guardaespaldas y sus inexplicables cuentas bancarias, a lo peor «quirinescas» o tal vez «quirinales»; el Men en el mundo de los sueños revolucionarios, es el último de los mohicanos. Jorge Puello Soriano asimiló la enseñanza de Manolo Tavarez Justo, de que «renunciar es poseer». El aprendió y supo con creces y en demasía que el que «renuncia posee la satisfacción de haberle servido a los demás». En un libro antiguo aparece una canción dedicada a un muchacho de buen temple. Angela Peña asegura que a sus ochenta años El Men está solo y con su ingenuidad de niño, pensando, quizás, que sus viejos compañeros y amigos no lo han olvidado. De un muchacho de buen temple, para El Men estas palabras: » -Sigue la senda escondida con tu hato a la espalda, no en demasía lo llenes, muy poco te basta. Rehúye aquellas empresas que sean sobradas con tus canciones alegres y ágil esperanza. Y las aves en el nido saludando al alba quitarán al peregrino inútiles ansias, y volverán en la brisa goces de su infancia. No conoces todavía la espaciosa calma que murmura en el arroyo, y con palabra de Dios Sólo al que ha pecado perturba y azara. Corazón palpita y ruega, pensando en tus faltas que si aspiras a la altura hallaras, la gracia, y, en cesando tus latidos, del cielo la entrada. -Paz y justicia para el último de los mohicanos de la soñada revolución dominicana».

Jorge Puello Soriano (El Men), devoto del proletariado universalista, un dominicano que hizo de su patria agonía y sacrificio, se encuentra con ochenta años a cuestas y no tiene un pan para su seguro yantar, está ciego y en fisiológico declive total; pero no encuentra medicamentos, ni asistencia alguna. En cambio, los que hicieron de la patria ara y altar de sus depredaciones, los que hicieron de la patria pedestal y plinto para sus fechorías… esos son dueños, amos y señores de la patria misma.

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