Hoy 
MARGARITA CEDEÑO DE FERNÁNDEZ
Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse. (Lucas 18:1)
Los dominicanos y las dominicanas, como el resto de las comunidades cristianas, celebramos en septiembre de cada año el Mes de la Biblia. Es éste un modo de hacer más provechosa nuestra íntima relación con Dios, porque la Palabra es un desafío diario a seguir los pasos del Señor en nuestro trayecto por la vida.
A través de la Biblia, no sólo podemos dialogar con Dios y estar en comunión con Él. El Señor nos instruye con gran sabiduría por medio de su Palabra para tomar las mejores decisiones en los momentos más difíciles; alimenta y fortalece nuestro espíritu cuando estamos cansados, nos bendice y nos anima.
La lectura bíblica es vital para el crecimiento espiritual. Debemos leer las Sagradas Escrituras porque el encuentro con Dios es regocijo para el alma abatida, alivia la angustia e inspira amor en las personas, enseña el camino del bien, nos corrige en nuestros errores y nos instruye en la justicia.
Apartar cada día un tiempo especial para conversar con Dios es una disciplina que debemos practicar a diario. Cada ocasión en que nos disponemos a leer la Biblia es un momento muy especial y una oportunidad de pedirle dirección al Espíritu Santo, así como siempre lo hacía Jesús cuando invocaba al Padre.
La Biblia es una inagotable fuente de sabiduría e inspiración para aquellos que creen a Dios. Es rica en textos que nos hablan de alegría o nos orientan en las dificultades, cuando nos arropan los conflictos o necesitamos dirección en nuestra vida, cuando se agotan nuestras fuerzas y esperanzas, cuando nos lacera el dolor, nos oprimen las injusticias o creemos que vamos a desfallecer. Para cada situación, la Biblia siempre tiene una respuesta que está respaldada por la Palabra de Dios.
Siento el llamado de instar a los lectores a experimentar la poderosa autoridad Divina que se transmite a través de la Palabra en cada texto bíblico.
El mensaje de la Sagrada Biblia más allá de septiembre, será siempre útil. Cuando la leamos, no olvidemos adorar a Dios, confesarle nuestras faltas con sincero arrepentimiento y agradecer las bondades que nos ha dispensado. Además, pidámosle siempre con fe para que disfrutemos de su gran bondad y generosidad.
La autora es Primera
Dama de la República
