El merengue al revés

El merengue al revés

Viejísimas canciones infantiles, cargadas de belleza y de sentido filosófico, están hoy en riesgo de desaparecer de la memoria colectiva. Los niños de los primeros grados de la enseñanza elemental, según parece, ya no tienen obligación de cantarlas. Los padres podrían enseñar a sus hijos las canciones que ellos aprendieron; pero no lo hacen por no estar seguros de la “utilidad” que este aprendizaje pudiera tener en una época como la nuestra. Las costumbres “de la calle”, los “hábitos financieros”, las reglas laborales, han cambiado radicalmente. En la actualidad no existen normas modélicas que los mayores puedan inculcar a los pequeños.
Sociólogos y antropólogos declaran ruidosamente que han surgido “nuevos paradigmas”. Pero incluso esos paradigmas novísimos, no han sido totalmente asimilados por los adultos. Algunos los aceptan a regañadientes, para no ir a contrapelo del “orden establecido”. Admiten, por ejemplo, que no es posible hacer dinero honradamente; esos adultos hacen trampas de todas clases; y al tiempo que las hacen les avergüenza “tener que vivir de esa manera”. El encanallamiento no es otra cosa que cometer actos que, mientras ejecutas te parecen indebidos; y no obstante, sigues cometiéndolos. Esta ambivalencia impide a muchos padres transmitir a los hijos ningún “paradigma” de conducta.
Una de estas viejas canciones dice: “No te apures Pancha, que tu bailarás;/ si no bailas todo, bailas la mitad”. La tonada continua, invocando el orden familiar: “En viniendo mamá, yo se lo diré;/ que ya aquí no se baila, el merengue al revés”. Hoy por hoy, en nuestro país, casi todos bailan “el merengue al revés”. Políticos, hombres de negocios, periodistas, sacerdotes, funcionarios, no hacen las cosas “rectamente”. Prefieren bailar el merengue al revés. Y si no roban todo, roban la mitad.
No valen ya las apelaciones a la autoridad materna, a la policial, a lo que antes llamaban “autoridades competentes”. Esas autoridades son incompetentes para resolver cualquier conflicto. Narcotraficantes y sicarios tienen tanto poder, que jueces y políticos les allanan el camino, temerosos de “caer en desgracia” a los ojos de quienes bailan todo al revés. Se necesitarán cambios fundamentales en la educación de los dominicanos –y en el comportamiento de los políticos–, para llegar a bailar merengues “al derecho”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas