El merengue de los ’80:
¡qué tiempos aquellos!

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POR MANUEL EDUARDO SOTO
Un reciente domingo sintonicé por casualidad el programa “Desde el más allá”, en la emisora Antena 100, el que a través de discos de salsa y merengue me llevó a recordar grandes figuras de estos ritmos contagiosos que nos deleitaron con sus interpretaciones y que se fueron a destiempo a mejor vida.

Canciones inmortales de Héctor Lavoe, Frankie Ruiz, Los Rosario (con el desaparecido Pepe en la parte vocal), Celia Cruz y Jochy Hernández formaban parte del programa sui géneris y casi morboso.

Con esto, mi mente se trasladó por arte de magia al Nueva York de la década del 80, cuando anualmente asistíamos en febrero a los famosos Carnavales del Merengue que organizaba el empresario dominicano José Tejeda, con la participación de las mayores estrellas del momento, incluso Hernández, un artista oriundo de San Cristóbal que representaba al nuevo merengue, tanto por su juventud como por el moderno y elegante estilo de vestir. Su característico grito de “amiguita” hacía vibrar a sus admiradoras en teatros neoyorquinos como el Madison Square Garden, siempre repletos, aunque afuera estuviera nevando y la temperatura fuera inferior al cero grado centígrado.

Así fui conociendo la idiosincrasia del pueblo dominicano, cuyos nacionales conservaban sus costumbres, a pesar de estar viviendo en medio de rascacielos de cemento y acero. Bastaban los primeros acordes de un merengue para que esa masa humana se transportara mentalmente hacia la tierra que habían dejado atrás y a la que pensaban volver algún día.

Esos carnavales, que coincidían con los que se celebraban en República Dominicana a fines de febrero, eran amenizados con superestrellas como Wilfrido Vargas, Johnny Ventura, Fernando Villalona, Aramis Camilo, July Mateo (Rasputín) y otros nombres que tuvieron su momento y luego quedaron en el camino.

Y la fiesta no terminaba en el teatro. Luego los bailadores se trasladaban a los diversos clubes nocturnos de la ciudad y sus alrededores donde los participantes en el merengue tocaban hasta altas horas de la madrugada. Un centro clave era el Studio 84, de propiedad de Tejeda, donde por lo general actuaban los protagonistas del espectáculo.

Jochy Hernández era siempre caballeroso y sonriente, sin esperar que uno le escribiera un reportaje sobre su persona y siempre andaba acompañado de su hermano y representante, el amable y respetuoso Rudy Hernández, quien después del fallecimiento del talentoso merenguero se radicó en Miami, donde actualmente es uno de los locutores más populares del sur de la Florida y entre otras cosas promueve la bachata todos los domingos con un extenso espacio dedicado totalmente a ese ritmo cibaeño.

Tejeda me volvió a juntar con Jochy a mediados de 1986, cuando su madre se esmeró en su sencilla pero acogedora vivienda de San Cristóbal en cocinarme con extremado cariño un sancocho de siete carnes que todavía saboreo. Años más tarde me festejaría la madre del presentador de televisión Domingo Bautista, con otro sancocho similar.

José Tejeda, hijo predilecto de San Cristóbal, se mudó años más tarde a Santo Domingo y actualmente es casi imposible de ubicar, a pesar de un par de conversaciones telefónicas que no han terminado en el encuentro personal después de tanto tiempo. Aunque ya no organiza superespectáculos como los de Nueva York, vez que se le llama está en una reunión, va rumbo a una reunión o está ocupado.

Pero se le agradece la oportunidad de haberme enseñado a conocer íntimamente el merengue y de mostrarme la hospitalidad del dominicano, factor decisivo en mi asentamiento en estas cálidas tierras.

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*El autor es periodista chileno, de larga trayectoria internacional, desde hace poco residente en el país.

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