El merengue “El funcionario”: análisis semántico

El merengue “El funcionario”: análisis semántico

ACLARACIÓN: A propósito de mi última colaboración en Areíto, me llamó Hatuey Decamps para informarme que no conoce a Manuel de Jesús. Como el cantautor declaró haberle dedicado el merengue “El funcionario” a Decamps por un problema suscitado entre ellos mientras el primero era Ministro de la Presidencia en el gobierno de Jorge Blanco. Llamé de nuevo a Manuel de Jesús para que ratificara si era cierto lo afirmado por Decamps. Me declaró que Decamps sabe muy bien que se conocieron y que le pregunte a Milito, quien fuera su asistente personal, o a Marmolejos, ex subsecretario Administrativo, con respecto a la promesa incumplida. Decamps precisó que a Jaime Shanlatte sí le conoció.

***

Los primeros tres versos del merengue de Manuel de Jesús recurren a la fórmula mágica del “había una vez” de los cuentos maravillosos.

Había una vez un funcionario

El Presidente lo nombró de Secretario

De Secretario en una empresa del Estado.

Los protagonistas no son un príncipe y una plebeya, inconsciente esta de su recia voluntad de ascenso social. El tema trata del ascenso social del héroe del relato que, gracias al patrimonialismo y su poder de acumulación de riquezas a través del Estado, logra escalar hasta al plano de burgués nuevo rico que tiene intereses en las más disímiles actividades capitalistas y precapitalistas. Su ambición no tiene límites.

Nuestro héroe comenzó como todos los políticos. Trató al inicio de ser un servidor público ejemplar, trabajador, eficiente, eficaz, honesto. Hay detrás de ese obrar un discurso ideológico disfrazado de principios éticos promovido por los partidos políticos clientelistas y patrimoniales que sedan, para reclutarles luego, a los jóvenes idealistas:

Ya su tarea hábilmente ha comenzado,

Llegaron cuatro, cinco, seis, siete

problemas,

Y el Secretario resolviendo esos problemas.

Pero, súbitamente, el flamante Secretario piensa en sí mismo, en su futuro como político, en su carrera, en su familia. El discurso no lo revela, pero la acción delata al político. Piensa que si sale pobre del cargo no podrá reproducirse en el poder y su carrera habrá terminado y corre peligro de muerte, pues desde el poder se ganan muchos enemigos en contra de los que se ha adoptado alguna decisión desfavorable. Del contexto político en donde se desenvuelve, aprende que los demás roban a manos llenas, se tallan una recia personalidad ética con la compra de medios y periodistas y sientan cátedra de moral en los espacios de los programeros. La sociedad les festeja como hombres exitosos. Al comienzo, un pequeño problema de escrúpulos:

Pero de pronto pensó en el poco tiempo

Que le quedaba como Secretario

Y su propio problema nadie lo sabía

(Tenía más líos que Anthony Ríos).

¿De qué índole eran esos problemas? Es fácil adivinarlos porque desde el último cuatrienio de los doce años de Balaguer los candidatos a las altas magistraturas se endeudaban con los rentistas que invertían en ellos, pues si llegaban al poder cobrarían con creces su inversión. Ese rentismo comenzó tímidamente. Luego de los gobiernos del PRD, la cuota se disparó a niveles estratosféricos a partir de 1996 con el primer gobierno del PLD: las crisis económicas internacionales noquearon al país desde la época del último gobierno de Balaguer. Todavía no paran. A esto se suma el saqueo del erario por los políticos. Robo del que son espejo fiel las reformas fiscales exigidas por los cobradores internacionales de la deuda externa del país (BID, Banco Mundial, etc.).

Los líos del novato político no son de mujeres, como los de Anthony Ríos. Manuel de Jesús confesó que solicitó permiso a Ríos para introducir este verso coral que pertenece, como los demás, al Dr. Jaime Shanlatte. Ríos feliz porque ha sido inmortalizado por el merengue. Además, el machismo se goza sus líos de harén.

Pero vuelvo a mis carneros. Los líos del novato político son financieros. Incluso la afirmación de Manuel de Jesús en el sentido de que el merengue se inspiró en Decamps es una declaración de autor, pues no hay marca lingüística que lo documente. Por esta razón, a mi juicio, el merengue desborda la intención de autor y el personaje o héroe del relato se convierte en un cuantificador universal, como llama Umberto Eco a este tipo de figura. O sea, que “El funcionario” es una figura que “representa” a todos los políticos de esta especie. Figura propia de la teoría del partido del signo (“La estructura ausente”, capítulo sobre el mensaje publicitario).

La desesperación mató lo que el joven político poseía de valor al inicio de su carrera.

Y comenzó coge aquí, coge allá, coge allá, coge aquí, coge allá, coge aquí

(Y comenzó coge aquí, coge allá, coge allá, coge aquí, coge aquí, coge allá).

Porque pensó que era una pensión que le dejó su papá,

Que le dejó su papá

(Porque pensó que era una pensión que le dejó su papá,

Que le dejó su papá).

La repetición de los estribillos tiene por funcionamiento machacar la crítica al tipo de acción del joven político corrupto que se ha propuesto no detenerse ante ningún obstáculo. Está bien marcada la intencionalidad de las letras del merengue, muy cercanas al poema, al definir que para el joven político corrupto no hay ninguna diferencia entre los bienes públicos y los privados. En eso consiste el patrimonialismo y su derivación, el clientelismo, lo que el merengue ilustra cuando el ministro corrupto depreda el erario, gracias a su poder político, y reparte una porción entre familiares, amantes y amigos a fin de lograr su reproducción indefinida en el poder. Los bienes públicos los vio como una pensión que le dejó su padre, es decir, un bien privado que podía repartir:

Un milloncito ( un milloncito) pa’ sus hijitos (Coro: sus hijitos).

Y dos millones (dos millones) pa’ su mujer, (Coro: su mujer).

Un negocito (negocito) pal’ sobrinito (Coro: sobrinito).

Cuatro Mercedes (Mercedes) pa’ sus placeres (Coro: ¡Ajá!

Seis camionetas (cuatro burros) pa’ su finquita (Coro: su finquita).

Y en cada barrio (eejée) ochenta casitas.

(Y el funcionario ya es un millonario (bis).

He ahí la lista de necesidades insatisfechas en las que el joven político corrupto gasta el dinero que se roba. De no ventilar en el seno de su familia el origen corrupto de esta fortuna, él ignora que hasta la octava generación, sus descendientes corren el riesgo de repetir esta misma conducta o ser víctimas de graves traumatismos sicológicos que pueden convertirse, en determinadas fechas (síndrome de aniversario) en conductas mortales como suicidios, sicosis, esquizofrenias, depresiones y otras manifestaciones causadas por la vergüenza de haber disfrutado del robo del dinero público, acción que, como gran secreto de familia, se mantuvo oculta a los hijos, nietos, biznietos y familiares del joven político ladrón, ocultación que queda encriptada como fantasma en el inconsciente de cada uno de los miembros del grupo familiar e, incluso, a veces más allá. Esto que digo del político se aplica igualmente a quien, desde el sector privado, defrauda empresas bancarias, financieras, industriales o comerciales.

Conclusión: El robo al erario y al sector privado será siempre una tentación en un país con un Estado clientelista y patrimonialista. El pueblo dominicano es el único responsable de la elección de los políticos clientelistas y patrimonialistas a las altas magistraturas de la república y ese pueblo obra así debido a su carencia total de conciencia política y conciencia nacional.(Continuará).

 

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