Aunque en su obra El Arte de Amar, Erich Fromm, el psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista de origen jude o alemán estableció que el amor de madre es uno de los más puros porque se ofrece sin condiciones y sin esperar nada a cambio, es indudable que merece una justa recompensa, y para ello nada nada mejor que el amor y la solidaridad de sus descendientes.
Identificado con el profundo significado de ese tributo y por su carácter emotivo, comparto con los lectores de HOY esta carta que la amiga Alma Portorreal de Saviñón dedicó a su madre Francia Morel de Portorreal, con expresiones que mueven a una profunda reflexión acerca del apoyo y el amor que debemos prodigar a nuestras progenitoras y no sólo en el día dedicado a ellas.
Estoy segura que las madres en general tienen su historia de sacrificios, desinterés y amor pero nuestra mamá es única e irrepetible. Sus prioridades siempre han sido papá, nosotros sus hijos y su trabajo. Y mientras sus padres vivieron estuvo atenta a sus necesidades físicas y emocionales.
A pesar de mis años, todavía recuerdo vívidamente ese beso de buenas noches y arroparnos a cada una de nosotras que somos seis (Mayra, Vielka, Miguelina, Josefina María Elena y yo) pues nuestro único hermano murió en un accidente aéreo hace más de 20 años. Una desgracia que todavía lacera el corazón de todos nosotros…
Desde pequeña observábamos a mamá hacer ejercicios físicos, gracias a lo cual mantiene todavía una hermosa figura. La música, las plantas y los animales (perros y gatos) han estado presentes en nuestra casa materna, la cual ha estado amorosamente abierta para todos los familiares cuando venían a estudiar o por razones de salud.
A nosotras nos enseñó a bailar con un palo de escoba, a caminar derechitas con un libro en la cabeza, haciendo equilibrio, nos puso en clases de piano, inglés, modelaje, y desde niñas nos inculcó el amor por la lectura al punto que todavía todas somos ávidas lectoras.
Durante más de 60 años trabajó en la Administración de la Clínica Dr. Abel González y un día el Dr. Abelito estaba regalando a los empleados el libro “El Arte de la Prudencia” de Baltazar Gracián y cuando mamá le dijo –Dr. , usted a mí no me ha dado, él le contestó: tú no lo necesitas! Y tenía razón, porque mamá es prudente, reservada, jamás ha dicho una mala palabra, ni ha alzado la voz.
La positividad y el tesón han sido atributos de su carácter. De ella hemos aprendido la compasión, el altruismo, el desapego de lo material y la vocación de servicio. También la fidelidad, lealtad, y los valores morales y éticos tan escasos hoy en día.
Realmente hemos sido privilegiados con nuestros padres y su amor sin límites, pero no solamente nosotros hemos sido tocados por su vida. Mamá ya está retirada de su trabajo, sin embargo no pasa un día sin que recibamos hermosas manifestaciones del trato exquisito que siempre prodigó a todos. Mamá siempre estuvo atenta a todo lo de papá y hoy papá está atento a todo lo de mamá. En el ocaso de sus vidas ellos siguen siendo ejemplo de amor, respeto y un referente para sus hijos, nietos y bisnietos.
Todas nosotras estamos muy orgullosas y agradecidas porque su principal ocupación y de la cual nunca se ha retirado es ser por siempre mamá.