En una gran parte del mundo se celebra en este mes lo que fue el nacimiento de Jesús en Belén de Judea, ciudad de Jerusalén.

Tras la caída del hombre-Adán- en el Huerto del Edén, Dios prometió la entrega de la segunda persona de la Trinidad en un sacrificio para lograr el perdón y la salvación de los pecadores.

Los nombres de Jesús, Cristo, Emmanuel y Mesías hablan de la misión redentora  y perdonará a favor de la humanidad.

Por muchos siglos los grandes profetas de la nación de Israel se mantuvieron hablando de su llegada. Su anuncio constituía un mensaje de mucha esperanza para un pueblo que atravesaba por situaciones difíciles.

Al nacer, fueron humildes pastores y sabios de orientes quienes notaron su presencia en la tierra.

En lugar de alegría, los líderes políticos y religiosos de su pueblo Israel se llenaron de temor y de celos.

Siendo aún muy pequeño, ya la muerte lo perseguía con gran violencia.

Durante los primeros 30 años de su vida vivió ocupado en el oficio de la carpintería junto a su madre María.

El único que da algunos detalles sobre su niñez fue el escritor Lucas en su santo evangelio.

Fue Juan el Bautista, el más notable de los profetas, quien lo presentó a los judíos como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

En el río Jordán, él vio  cómo el Espíritu Santo, en forma de paloma, caía sobre él y escuchó al Padre afirmar que éste era su Hijo amado.

Con sus doces discípulos recorrió toda la nación predicando la Palabra, sanando  enfermos, alimentado pobres, reprendiendo a Satán y dando esperanza a los desfallecidos de espíritu.

Aunque hoy celebramos su obra, en sus días terminó clavado en una cruz.