El método Benjamín

El método Benjamín

[El 1 de octubre de 2009 escribí este artículo sobre Walter Benjamin que quiero compartir de nuevo con los lectores pues Benjamin, con su deseo de practicar «un arte de la cita sin comillas», sencillamente nos muestra el camino para aprender lo que Eduardo Cadava llama el «arte de leer»]
Miércoles. Lugar: Casa de Teatro. Organizador: el incansable Fernando Rodríguez. Toca Rocky Raful y su banda. Blues hacia lo rock. El público, a pesar de su ansia de jazz, escucha embelesado y aplaude entusiasmado. Receso. Viene Carlos Sánchez. El arte del verdadero humor en un país que tiende hacia la burla y el sarcasmo. Sánchez es capaz de reírse de sí mismo. Raful cierra la noche: esta vez con el ánimo que solo puede dar el sorbo apurado antes de que entre en vigor la terrible ordenanza de las 12. Despide Fernando e invita para el próximo miércoles, para recuperar la noche de una ciudad que apenas reconocería René del Risco.
¿Qué tienen en común Raful y Sánchez, la música y el humor? Aparte de la improvisación, el arte de la cita. El músico y el humorista, el cantante de blues y el escritor, se inspiran de dos maneras: incorporan entre comillas, entre pausas, luego, mastican y digieren lo citado y lo que sale es una forma de inventar el futuro desde el pasado. El jazz, al igual que el cine, es solo guiñar el ojo al que ve o escucha. A veces, ni siquiera se cita abiertamente: toca al lector, al que escucha, al que observa, descifrar la cita, encontrar la genealogía del significado. No por azar el Don Giovanni de Mozart es el primer popurrí o remix solo de arias. Hoy, la música electrónica, el sampling, el mixing, nos recuerdan que la música es un collage infinito de citas.
Y es que el lenguaje es un sistema de citas (Borges). Por ello nadie es original. Ya lo dijo Jesús: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero, y no hay en él injusticia” (Juan 7: 16-18).
¿Cuál es el sentido de una cita en un escrito? El más obvio es fundamentar nuestras posiciones. Pero las citas recogen las huellas de quienes nos antecedieron, dan testimonio de lo que otros, antes que nosotros, pensaron. Una cita es muestra de modestia.
Hay escritores cuya obra se estructura alrededor del aparato de citas. Es el caso de Walter Benjamín. Como bien señala Beatriz Sarlo, “nadie como Benjamín supo encontrar la cita, nadie como él aprendió a disponerla en el texto: hacerla ingresar brutalmente, sin que nada la anunciara, o por el contrario alargar la espera de una cita hasta que se abriera el vacío justo; nadie como Benjamín conoció el arte de la repetición de la cita, de la repetición del propio texto como cita oculta, produciendo en sus lectores una sensación de reconocimiento que se niega, de extraña duplicación nunca del todo idéntica”.
El método Benjamín consiste en lo que hoy se conoce como intertextualidad. Benjamín incorpora las citas “a su sistema de escritura, las corta y las repite, las mira desde distintos lados, las copia, varias veces, las parafrasea y las comenta, se adapta a ellas, las sigue como quien sigue la verdad de un texto literario; las olvida y las vuelve a copiar. Les hace rendir un sentido, exigiéndolas” (Sarlo). Para Benjamín, escribir es citar porque “en el cambio de lugar, la cita viaja de una escritura a otra, es arrancada de su escritura original, de su aura, para hundirse en otra escritura, rodeada de otras marcas y de otros sentidos” (Sarlo).
Este método es usado por académicos como Christian De Cock de la Escuela de Negocios y Economía de la Swansea University de Inglaterra. “What I readaboutthe Global Financial Crisis in 2007 and 2008” es un artículo especializado de 17 páginas compuesto enteramente de citas, montadas a la Benjamín, una detrás de otra, como si siguieran un guión. El artículo comienza precisamente con una cita de Benjamín de una carta a Gerhard Scholem en la que dice: “Lo que he escrito consiste, casi enteramente, de citas. Es la más loca técnica de mosaico que te puedas imaginar”.

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