La Compañía de Teatro Proa presenta la interesante obra El Método Grönholm, del español Jordi Galceran, en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, bajo la dirección de Mario Lebrón.
En un espacio escenográfico minimalista, de buen gusto, que recrea la sala de espera de una empresa multinacional, han sido convocados los cuatro últimos aspirantes a obtener un puesto de trabajo a nivel gerencial. Los supuestos candidatos son sometidos a una serie de pruebas humillantes a veces crueles, como parte del proceso de selección, dando paso a un interesante juego, que se convierte en un combate despiadado entre los aspirantes. La ambición, la envidia, el llegar a como dé lugar, va mostrando a cada uno, la simulación es la táctica, lo importante no es lo que se es, sino la apariencia.
Dentro de la realidad y la ficción, el texto de Galcerán si bien hiperbólico, es ingenioso, ágil, propicia la confusión y el conflicto; la denuncia subyace, la crítica a los métodos que son reales- propios del capitalismo salvaje, confiere a la obra mayor trascendencia y actualidad. El juego teatral resulta fascinante, el suspenso salpicado de humor mantiene al público absorto, involucrándose en el juego, haciendo sus propias conjeturas; el desenlace original e inesperado, resulta impactante. Los personajes, todos protagonistas -tres hombres y una mujer- encuentran correlación dialéctica con los actores.
José Roberto Días, -Fernando – logra una actuación muy buena, es el personaje si se quiere central, presente durante toda la acción, es el gran simulador, perfectamente esbozado. La talentosa Giamilka Román, -Mercedes- encanta por su naturalidad y gracia.
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Más de la obra
Las actuaciones
Amauris Pérez Carlos-, produce una de sus mejores actuaciones, hay entrega y dominio del personaje. Ernesto Báez Enrique- explora con acierto la comicidad, realizando un buen trabajo. La escena de los sombreros es la de mayor hilaridad. Ofrece a los actores la posibilidad de desdoblarse y mostrar su histrionismo.
Otros detalles
La obra transcurre con ritmo sostenido, pautado por su director Mario Lebrón, aunque decrece hacia el final. Las luces muy apropiadas de la eficiente Lillianna Díaz, resultan determinantes en algunas escenas. Esta es una oportunidad de ver buen teatro. La obra sigue en cartelera.