El Metro

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JOSÉ LOIS MALKUN
La magnitud de los megaproyectos y la forma como se contratan, ha sido probablemente un sello de los gobiernos de turno que en muchas ocasiones sólo ha servido para explotar la ignorancia del pueblo y en especial para financiar campañas políticas y enriquecer a unos cuantos privilegiados. Durante los 11 años que viví en 4 países de Centroamérica, observé entre ellos la magnitud de las grandes obras de infraestructura y su forma de contratación y lo extrapolé con su nivel de bienestar. Confirme después  la misma hipótesis con República Dominicana. Veamos un ejemplo. Muchos dominicanos que visitan San José de Costa Rica dicen que es una ciudad que se parece a Santiago de los Caballeros o que no llega al nivel de San Francisco de Macorís. Y con orgullo concluyen en que Santo Domingo es un Nueva York chiquito comparado a San José. Y aunque es una exageración, a primera vista parece que así es.

Pero la verdad es que  a  los dominicanos debería avergonzarnos las comparaciones estadísticas con Costa Rica en cualquier orden. Porque el Nueva York chiquito del que algunos se enorgullecen no es otra cosa que un conglomerado humano donde reina la indisciplina, la carencia de energía eléctrica, el desempleo y la inseguridad ciudadana, todo ello adornado por un cordón de miseria donde predominan las siete plagas del subdesarrollo. No hablemos del resto del país.

Claro está, que para conocer esa cruda realidad hay que cruzar túneles modernos, largos elevados y avenidas lujosas, algunas floreadas con los jardines de Vimenca. 

La diferencia entre estos dos países y entre otros muchos clasificados en el ranking del bienestar, está en la magnificencia de los megaproyectos, sus costos excesivos e injustificados, su asignación política, la corrupción que los envuelve y el desconocimiento que existe en materia de presupuesto, diseño y viabilidad técnica, lo que lo convierten en secreto de estado en los países más atrasados. 

Estas obras, por lo general, terminan con un costo tres, cinco y hasta 10 veces mayor a su valor real, con su consecuente impacto fiscal. Y para que tenga más sentido, hay que terminarlas mal, porque así se pueden reconstruir varias veces. No estamos incluyendo en esta categoría a la Avenida Jacobo Majluta, que costará, si es que algún día se termina, 20 veces más que su presupuesto original, lo que le daría un honorable espacio en el libro de récord Guinnes.

En la historia reciente, Trujillo abrió una tremenda brecha fiscal con la construcción de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Un monumento faraónico, en un país muriéndose de hambre, bajo una represión feroz y con una economía rayando en lo semifeudal.

¿Cuánto costó la Feria? Nadie sabe, aunque Trujillo pagó caro esta megalomanía de grandeza desde el punto de vista económico. Hoy la Feria se ha reducido a un albergue de empleados públicos, mayormente improductivos en el día, y de  mujeres freelance, mayormente productivas en la noche.

El doctor Balaguer, fue un experto en megaproyectos. Su encanto por las majestuosas avenidas y grandes monumentos era tan grande como el odio que sentía por los acueductos y los aumentos de salario a los maestros y los médicos. Y  aunque algunas de sus obras son recordadas hoy por su utilidad urbana, otras desaparecieron con el tiempo por ser totalmente innecesarias. ¿Cuánto costaron estas obras? Nadie sabe y el que dice que tiene el dato es un mentiroso.

Pero el megaproyecto por excelencia del doctor Balaguer fue el monumento llamado Faro a Colón, hoy rodeado de basura y marginalidad, y que casi nadie recuerda ni visita. ¿Cuánto costó el Faro? Nadie sabe, aunque contribuyó a la crisis fiscal que condujo al país casi al borde de un caos social a principios de los 90.

Los Gobiernos del PRD y el PLD no fueron la excepción y construyeron grandes e importantes obras de infraestructura sin concurso, algunas de utilidad y otras por pura demagogia. Aunque el primero combinó estas grandes obras con un boroneo municipal, el segundo concentró casi todo sus esfuerzos en varios megaproyectos en el Nueva York chiquito.

¿Y esos megaproyectos cuánto costaron? Nadie sabe, pero al menos en la prensa se publicó hace un tiempo que el útil y transitado túnel largo de la 27 de Febrero, con su parque superior que nadie usa y su bello reloj desaparecido, ahora adornado por un anuncio cervecero, costó entre 250 y 450 millones de pesos. Muy buena aproximación para entender que su costo real nunca se sabrá y que puede estar varias veces por encima de estas cifras.   

Ahora nos enfrentamos a un megaproyecto summa cum laude: el Metro.

Esta mega obra, con grandes movimientos de tierra ($$$$) tiene una gran ambigüedad. Por un lado, un metro (como muchas grandes obras) es posiblemente necesario en el Nueva York chiquito que ya tiene más de 3 millones de habitantes (D.N. y las provincias de Santo Domingo). Pero por otro, iniciarlo impetuosamente a 5 meses de las elecciones, sin respetar opiniones de nadie, sin presupuesto, sin concurso, sin fuentes claras de recursos,  y sin un diseño claro y justificado, ya me dicen que esta obra es un total fiasco y una charlatanería. Su costo real nunca se sabrá aunque será 5 o 10 veces mayor de lo que dicen, si es que algún día se termina. Y lo peor es que una parte del dinero saldrá de la reforma fiscal que se aprobó recientemente, por lo que habrá que subir gasoil, gasolina, el 1.0 de anticipo (ingrese ahora y veremos después), etc. etc.

Pero como el abismo fiscal que abrirá el Metro será tan grande, y para que no entierren en su fondo a todo el Gobierno, ya se anuncian nuevos impuestos por administración, los que estarán vigente hasta la próxima reforma tributaria que se enviará al Congreso a finales del 2006, porque de lo contrario terminaremos mal, muy mal. Ya la cúpula empresarial está anunciando esta nueva serie televisiva, que contará con nuevos actores en el Congreso y que tendrá como telón de fondo una Isla Artificial.  

Mientras tanto, el Nueva York chiquito se seguirá modernizando y veremos en el futuro a San José de Costa Rica, como Nagua o Samaná.

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