El Metro

El Metro

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Me tocó hace poco menos que una semana escribir el primer artículo sobre el “metro”. En ese artículo expresaba mi opinión, con la buena fe que siempre me ha caracterizado, sobre la posibilidad de que se construya en esta capital un metro de apenas diez kilómetros de longitud, y a un costo enorme en dólares.  No han sido pocas las felicitaciones que he recibido, tanto de gente común, pero con “sesera”, como de ingenieros de bien ganada reputación y que nunca se han involucrado en obras de ningún gobierno. Uno de esos ingenieros me llamó telefónicamente para felicitarme y al mismo tiempo decirme que no dije “ni la mitad”.

Es posible que ahora diga la mitad de la mitad que dejé de decir en mi primer artículo ratificando, claro está, todo lo dicho en el anterior.

Después de varios días dedicados a la investigación del asunto, se me ha asegurado que el metro no sería otra cosa que “la mega-obra del presidente Leonel Fernández”. Yo creía a pie juntillas que la “mega obra” del Señor Presidente” era, primero, liquidar gran parte de los préstamos que nos dejó el “inolvidable” gobierno de Hipólito Mejía, y emprender una auténtica guerra contra la pobreza, no contra los pobres, entre otras cosas.

Pero no se me dio ninguna de las dos cosas. El proyecto del metro (una sola obra) podría costar tanto dinero como el que se “perdió” en manos de la gente del PPH del 2000 al 2004. Con la clara posibilidad de que no se termine en este mandato, ni en el próximo.

Pero también me dijeron que el actual Presidente, sin tomar en cuenta la “lección” que se autodiera Hipólito cuando dijo que la reelección era una “maldición”, para luego desdecirse en 42 oportunidades, podía andar por esos mismos caminos.

El hecho del silencio que ha mantenido Fernández sobre el asunto me es, a mí personalmente, sumamente sospechoso, como es sospechosa la campaña que actualmente se lleva a cabo y en la que participan, incluso, algunos colegas que, en un principio, objetaron el metro. Pero fueron “convencidos” de que la obra a la larga (jamás a la corta), sería una bendición.

Y yo creo que, ciertamente, Santo Domingo necesita modernizarse. Pero, y que me perdonen los antibalagueristas a ultranza, pero Joaquín Balaguer extendió la antigua avenida Braulio Alvarez convirtiéndola en una vía que es la columna vertebral de esta ciudad; construyó avenidas y numerosas barriadas que han hecho de esta capital lo que es hoy: una gran urbe. Pero lo importante fue que para esas obras no endeudó el país con ningún país o banco extranjero. Y ahí están, sirviéndole a todo el pueblo dominicano.

El metro deberá construirse algún día, pero no a costa del hambre de un pueblo asaz hambreado, en el que la delincuencia, las drogas, los asesinatos, la violencia en general han hecho que de 65 cines que existían aquí hace 25 años, apenas queden quince o veinte, más o menos.

Antes que involucrarse en “mega obras”, este y cualquier otro gobierno debe enfrentar todo lo que hoy está causando un estrés colectivo entre la gente de buen vivir. No pasa día sin que los diarios reseñen una tanda de asesinatos increíbles, el descubrimiento de millonarios alijos de drogas, homicidios, violencia contra la mujer, muerte de pandilleros y de agentes del orden público, etc., etc., etc.

Lo primero es lo primero. Y en nuestro caso, lo primero, Señor Presidente, es llevar la tranquilidad a un pueblo que parece estar viviendo sobre el filo de una navaja, y tratar de que ese pueblo encuentre el trabajo que le permita mantener a su familia decentemente.

No hacemos nada con un metro si el país no puede vivir en paz.

No hacemos nada con un metro si el país se muere de hambre.

No hacemos nada con un metro si cada día cientos de haitianos cruzan la frontera y se adueñan de tierras y bohíos que pertenecen a dominicanos que hoy están aquí, en Santo Domingo, creyendo que les iba a ir mejor.

Yo, como observador político, puedo estar equivocado, pero creo que esos viajes del Presidente Fernández por todas las provincias del país tienen un fín altamente político: ganar las elecciones congresionales del próximo año, lo que le permitiría pensar en una eventual reelección, creyendo (como creyó Hipólito), que bastaba tener un Congreso a su favor, aunque el pueblo estuviera en contra, para ser reelecto.

Yo, personalmente, en estos momentos no tengo candidato favorito para el 2008. Pero de lo que estoy seguro es de que si el Presidente Fernández permite que se gasten miles de millones de pesos en un metro, pasarán dos cosas: primero, será el fín de la carrera política de Fernández, que hasta hace un tiempo lucía tan promisoria y, segundo, metería al PLD en el mismo “joyo” en que está el PRD. Y con un PRSC despedazado, tendríamos un país sin partidos políticos de importancia.

Y entonces sería la oportunidad para que alguien, con prestigio personal, apoyado por toda la gente que piensa primero en el país antes que en sí mismo, forme un partido basado en el bienestar nacional. Y, que conste, yo rompería mi promesa de jamás inscribirme en un partido político y sería el primero en inscribirme en el nuevo.

Pero, al paso que vamos, quizás este pueblo no tenga ni tiempo para eso, a menos que Dios meta Su Mano.

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