El Metro: inoportuno y riesgoso

El Metro: inoportuno y riesgoso

RAFAEL TORIBIO
Las consecuencias económicas de la quiebra de los tres bancos, sobre todo la de Baninter, fueron causas principales en la derrota del PRD en las pasadas elecciones. El hoyo de Baninter y de los otros bancos se tragó al gobierno de Hipólito Mejía y el hoyo del Metro puede tragarse al del Leonel Fernández. La construcción del Metro, además de representar un desafío en distintos órdenes, sobre todo técnicos y económicos, puede ser también una temeridad por los riesgos políticos que conlleva.

Pocas personas están en contra de que un metro sea la solución idónea para resolver el problema del transporte público urbano en la ciudad capital, pero son muchas las que cuestionan que sea prioritario y oportuno en estos momentos. Pese a los cuestionamientos y a la oposición de que se construya ahora, parece que el Metro va de todas maneras. Haber nombrado un Secretario de Estado encargado de esta iniciativa en uno de los primeros Decretos del nuevo gobierno era evidencia de que ya se había tomado una decisión sobre su construcción, confirmada posteriormente con el anuncio de que los trabajos se iniciarían en el próximo mes de marzo. La campaña de presentación del proyecto que se desarrolla en la actualidad indica que hay una decisión tomada y de lo que se trata ahora es de que nos enteremos de lo que ya se ha decidido hacer, no discutir otras posibles alternativas. Se promueven sus ventajas en búsqueda de adhesiones y disminuir la oposición a su construcción. Pero ya la decisión está tomada.

La prudencia y la responsabilidad aconsejan que ante una inversión de la envergadura de la construcción de un metro, sobre todo en una situación económica como la heredada por este gobierno, se estudiaran diversas alternativas para enfrentar y solucionar el problema del transporte público urbano y después de un ponderado análisis se descartaran las que no satisfagan adecuadamente criterios técnicos, económicos y de oportunidad, al menos. La impresión que se tiene es que esto no se ha hecho ni se hará: se presenta la opción del metro porque esa fue la decidida, no la escogida entre otras alternativas estudiadas. Ahora bien, aún se hubiera escogida su construcción por ser la mejor de las alternativas, cabría hacer referencia al «costo de oportunidad» para preguntarse por ¿qué se acomete este mega proyecto cuando el país y la misma ciudad capital tienen problemas más prioritarios que el metro y que requieren un monto de inversión similar o superior, más directamente relacionados con el bienestar de las personas y el desarrollo humano? La construcción de aulas en educación, de hospitales en salud, con el aprovisionamiento debido y la ejecución de la seguridad social, ahora detenida, son prioridades que requieren también, cada una, un megaproyecto. En la misma ciudad capital resolver el problema de la basura, el drenaje pluvial y la construcción de nuevos puentes, además de reparar el Juan Pablo Duarte, son prioridades tan importantes, o más, que la construcción de un metro en estos momentos. Si no fue escogida como la mejor entre otras alternativas estudiadas, y se le da preferencia frente a otras prioridades, puede ser que su escogencia obedezca al sentido de modernidad que prima en la mente de nuestras autoridades: un metro en vez de desarrollo humano.

El riesgo de un alto costo político hace de la construcción del metro una iniciativa tan temeraria en lo político como desafiante en lo técnico y en lo económico. En una obra de esta naturaleza, que significa la preferencia de una prioridad sobre otras que pueden ser más sentidas por la población, además de exigir la inversión de recursos que pueden destinarse a la solución de otros problemas, el cálculo de la posible rentabilidad política debiera ir acompañado del cálculo del riesgo político. Lo que suceda, sobre todo durante la construcción del metro, puede tener consecuencias determinantes para la permanencia y vuelta al poder del partido en el gobierno. Se ha decidido que se construya el metro en medio de una precariedad económica que ha obligado al país a la firma de un nuevo acuerdo con el FMI, que tiene condicionalidades más fuerte que los dos anteriores, lo que implica que habrá menos recursos económicos para la inversión social. La decisión de construir el metro ahora tiene el mensaje de que las verdaderas prioridades del gobierno son diferentes a las declaradas. En el mejor de los casos su construcción beneficiará sólo a la parte de la población que habita en la ciudad capital, lo que supone que la «democratización de la inversión pública», tardará en llegar a las distintas comunidades del interior, a pesar de que el Presidente de la República tiene encuentros semanales para saber sus necesidades, porque no habrá recursos suficientes para tantas necesidades y prioridades. Además, si las cosas no salen como se espera y se presentan imprevistos fuera de lo normal y los inconvenientes a la población superan los tolerables, al descontento de los habitantes de Santo Domingo se sumará el del resto del país. Y mientras se construye el metro los ciudadanos, de todo el país, tendrán dos oportunidades electorales para juzgar la gestión de un gobierno que decidió dejar para después la inversión en el desarrollo humano.

rtoribio@intec.edu.do

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