El microrrelato del instante

El microrrelato del instante

La escritura de microrrelatos ha acusado un empuje inusitado, de incuestionable excelencia estética, en los últimos diez años, en las letras dominicanas. Después de la incursión de Manuel del Cabral conCuentos cortos con pantalones largos (1981) y Marcio Veloz Maggiolo con Cuentos, recuentos y casi cuentos (1986), esta forma breve de la narración ha alcanzado mayoría de edad.

La minificción es el nuevo género literario por excelencia del siglo XXI. Su cultivo busca construir atmósferas narrativas que despierten el interés del lector, cumpliendo así con una ley esencial de la narración. El “micronarrador” ha de lograr en cada texto una condensación expresiva, desde el punto de vista del ejercicio de la escritura breve. Las raíces originarias del microrrelato se remontan a las vanguardias literarias de principios de siglo XX, pero no es sino hacia fines de ese siglo cuando adopta dignidad literaria y perfil propio, y se le considera un género literario autónomo. Su expansión viral tiene explicación y canonización, a partir del auge de la escritura a computadora. Por su composición estructural híbrida, el microrrelato es una forma de la metaficción literaria, en tanto emplea la epifanía, los finales abiertos, la alegoría, la alusión, la elipsis y el elemento fractal. En consecuencia, es un género difícil de definir, en virtud de su carácter heterodoxo, que lo hace colindar con otros géneros literarios, clásicos y modernos. Por su economía narrativa, describe situaciones y cuenta hechos que se leen en un golpe de recepción. Su estética descansa en la creación de una anécdota comprimida y narración abreviada, que tiende a fundar un efecto en el lector. Sus personajes son impersonales, o casi imperceptibles en el tiempo de la narración; sus historias son epifánicas y circulares. Su naturaleza narrativa se desentiende de la estructura clásica -inherente a la esencia del acto de enunciar historias- para experimentar otros modelos ficticios del arte de contar. Por eso sus fronteras son casi invisibles y también su dificultad, no de lectura, sino de definición teórica y conceptual. Esta expresión literaria postula modelos de análisis textuales, hipertextuales e intertextuales que constituyen un desafío para la crítica literaria actual.
El fervor despertado por la lectura y escritura del microrrelato ha tenido profundo impacto entre poetas y novelistas dominicanos. La incursión Pedro Paulino (quien obtuvo en dos ocasiones menciones de honor en el Concurso Nacional de Minificción del Ministerio de Cultura) es una prueba del entusiasmo y la pasión que esta manifestación narrativa ha despertado en el ambiente cultural dominicano — y que ha desembocado en la publicación de su primer libro de microrrelatos: El frío instante de la muerte. De esencia lúdica, este texto posee riqueza temática y brevedad anecdótica, como forma mínima de escritura, que nos remiten a los nanorrelatos metaficcionales, por su insólita variedad temática y estratégica expresividad discursiva. Paulino postula así una técnica de escritura de hechos ficticios e historias de eventos personales, con la que transforma en materia narrativa, su inventiva literaria.
Alegorías del horror y de la muerte, trampas de la imaginación, este narrador crea así un universo de microficciones, cuyas soluciones técnicas, a cada intriga anecdótica, alcanzan un pulso de sorprendente maestría. El azar, el miedo y la muerte; fábulas, memorias y conversaciones; visiones y recuerdos, todos estos aspectos colocan su libro, en una tesitura de rentabilidad expresiva, además del uso de la ironía cruel y el humor negro. Lo onírico y lo visual se conjugan en un ayuntamiento técnico que le imprimen dimensión fluida a la trama narrativa. En algunos textos predomina el tono fantástico, y en otros, el rasgo psicológico. No pocos semejan un bestiario donde el mito se mezcla y superpone a la historia o a la anécdota. En algunos subyacen, como temas, oficios estrambóticos y profesiones curiosas, así como recreaciones de mitos antiguos o juegos intertextuales (en citas o epitafios).
Narración y diálogo, historia y anécdota son contrapuntos que juegan al juego técnico del fluir narrativo, donde resuenan los ecos de lo sórdido y lo grotesco, o la autobiografía como máscara del yo narrativo, cuya estrategia funciona como articulación de despersonalización y posesión entre lo real y lo irreal, lo empírico y lo imaginario. A cada microanécdota, su autor le inyecta algún tono fantástico, que nos evoca a Borges o Cortázar.
De Jesús Paulino se inscribe en una tribu de narradores de microrrelatos. Se inicia de ese modo, con pies firmes, ya que ha dado a la tinta y al papel este libro, en el que reúne un manojo de textos de técnicas y facturas diversas, temáticas y estilos multiformes, de sorprendente potencial imaginativo y fantástico.
Pesadillas, presagios, trampas, juegos, visiones, pactos y retratos literarios, esta obra acusa influencias orientales, y se nutre a la vez de la cotidianidad del reino animal y humano. Convergencias de propuestas de formas textuales, Paulino (1963) logra ensamblar un corpus narrativo de registros disímiles, en una muestra de voces plurales y abiertas, articuladas en base a símbolos y anécdotas de espléndida eficacia.
Estos microrrelatos son una muestra de diversidad expresiva que rompe la unidad temática global de su libro. En efecto, cada uno posee universo propio. En su conjunto, este texto es un abanico de historias menudas que se cierran en sí mismas, y que guardan cierta distancia expresiva, a la manera de un salto mortal, desde el punto de vista simbólico. Entre uno y otro texto hay un abismo, un vacío azaroso de ficciones que se combinan y yuxtaponen para darle al libro total, un aire fantástico y psicológico, de gran calado. Paradojas y acertijos, humor fantástico, horror y crimen, El frío instante de la muerte toca la noción psicoanalítica de lo siniestro, pero también la magia y la superstición, de matiz criollo y pintoresco.
En esta obra, Pedro Paulino narra con tono lúdico e irónico -en no más de una cuartilla-, historias con un despliegue de ingenio, enigmas y juegos de la inteligencia. Llámese microrrelato, minificción, microficción omicrocuento, lo cierto es que estamos ante la invención de una tradición posmoderna que ha despertado el gusto, el morbo literario, la manía de contar y el furor de la escritura. Este autor ha continuado, por consiguiente, un vicio que se ha convertido en ruptura de una tradición narrativa de largo aliento. A medio camino entre el chiste, el poema en prosa y el aforismo, esta expresión literaria está creando una desconcertante sensación en el panorama de la lengua cervantina.
Esta ola de escritores de microrrelatos se ha multiplicado exponencialmente hasta formar una cohorte de exponentes que han dinamizado su cultivo con antologías y concursos, en todo el orbe hispánico, y en el ámbito académico y no académico. Desde luego, la República Dominicana no se ha sustraído a esta moda, que está despertando – y creando- vocaciones de robusto talante, en especial, entre los jóvenes escritores.
Cincuenta y tres textos -que van desde microrrelatos de una línea hasta cuentos breves-, constituyen esta propuesta textual, articulada en base a archivos y ecos, avisos y fábulas, intertextos y anécdotas que conforman una bitácora de pesadillas y revelaciones folclóricas de la vida cotidiana, con las que Paulino se nos revela como un autor que penetra en el mundo de la narrativa corta criolla, con potente y versátil lenguaje narrativo.

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