El miedo: una perversa arma política

El miedo: una perversa arma política

De nuevo una campaña electoral en que se recurre al miedo como arma de combate político. El uso de tan perverso instrumento  se hace construyendo el “otro”, el que tiene las “características que nos amenazan”, vale decir, sus ideas, sus costumbres, sus creencias y en muchos casos, sus características físicas, que “originan” nuestros males presentes y eventualmente los futuros.

La reciente masacre de 77 personas en una fiesta política de jóvenes en Noruega, es una manifestación de ese miedo al “otro”. Sin embargo, el hasta ahora identificado como autor material del hecho no es el único culpable, lo son también aquellos que  desde diversos espacios propagan ese miedo que ha provocado masacres similares en otros lugares del mundo aparentemente apacibles,

Ese tipo de masacre acaecido en Noruega, un país que apoya y financia iniciativas de paz y de solución de conflictos a nivel mundial, según reputados analistas seguirán produciéndose en el mundo mientras los círculos de los poderes establecidos: legales y fácticos, además muchos medios de comunicación, radiales, televisivos y escritos, sigan utilizando el miedo como medio para dirimir las diferencias políticas. Religiosas o culturales.

Esa tragedia nos obliga a reflexionar hacia dónde nos  puede conducir el incremento del terrorismo verbal en nuestro país, que se expresa con muertes durante las campañas electorales, con femenicidio, en los juicios sumarios de la Policía contra reales y presuntos delincuentes, los abusos contra estudiantes haitianos debidamente visados y formalmente matriculados en universidades, con la negación de documentos de identidad personal a nacionales dominicanos nacidos aquí, hijos de padres de origen haitianos , algunos de ellos también nacidos aquí, etc.

En ese contexto, el partido oficial en su reciente  acto de virtual inicio de campaña  recurre de nuevo al viejo prejuicio que contra el PRD iniciaron los sectores oligárquicos dominicanos agrupados en la llamada Unión Cívica Nacional a inicio de los 60, continuada por Balaguer a mediados de esa década y sistematizada como arma ideológica y política por Bosch desde los años 70 para construir la identidad  del PLD.

Una construcción basada en un “nosotros”, “los modernos, los del progreso, los superiores” para enfrentar al “otro”, en tanto  significado del “atraso, el desorden, la irracionalidad”, de cual en cierta forma se han derivados prejuicios de clases, políticos y hasta étnicos y en expresiones de violencia y canibalismo político. Es una construcción que Amin Maalouf califica de “identidades asesinas”.

Por eso, dice Maalouf, “cuando la modernidad lleva la marca del “otro”, no es de extrañar que algunas personas enarbolen los símbolos del arcaísmo para afirmar su diferencia”.  Al  hacer del “otro” el chivo expiatorio, el causante de nuestros “males”, en este caso, se construye y refuerza la identidad del “nosotros”, los “diferentes” los que se arrogan el derecho de ser los únicos facultados para mantener el orden a través de  “necesarias” exclusiones y/o represiones sociales, políticas, étnicas o religiosas y los únicos con derecho al disfrute de los privilegios que se obtienen a través del ejercicio del poder.

Todo proyecto de sociedad que se sustente en el miedo, irremediablemente  reproducirá esas lacras y  justificar el uso de ese instrumento constituye una irresponsabilidad.

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