El milagro de la palabra

<p>El milagro de la palabra</p>

FRANCISCO CRUZ PASCUAL
A muchos no les gusta que se utilice la palabra milagro para hablar de problemas fundamentales de la vida social y política. Es indudable que la palabra es instrumento de desarrollo por excelencia del género humano. Es algo que por su complicada existencia. No se queda solo en lo humano, como cualidad animal única.

He utilizado la carnada del título de este artículo para atraerlos -después de más de 26 meses sin publicar en un rotativo- y colocarlos en buena actitud, para hablar del tema de la ética y la sociedad, creadas por un animal social llamado hombre o mujer que comparte la palabra, instrumento que facilita las relaciones interpersonales a través del acto del dialogo.

El individuo y la sociedad no son dos términos aislados  sino dos realidades en interacción permanente. Cuando analizamos nuestra vida, descubrimos esta dualidad dinámica en el que estamos participando. De una parte, el dinamismo de la sociedad a la que pertenecemos y de la que somos integrantes, incluso antes de que nos inscriban en el registro civil; por otro el dinamismo de nuestra propia individualidad, que no solo se somete a la sociedad sino que, muchas veces, se resiste a ella.

La naturaleza de este dinamismo siempre ha sido uno de los  grandes problemas de la filosofía moral. Aunque hoy podemos hablar de ética, psicología, sociología, economía, historia o ciencia política como ámbitos independientes del saber, no siempre ha sido así. Ha sido en el ultimo siglo y medio cuando se ha producido la progresiva separación de la Ética de  estas disciplinas. 

Aristóteles, que vivió entre los años 384 y 322 antes de Cristo, en su Ética a Nicómaco y su Metafísica –dos de sus grandes libros- de los que la cultura occidental se ha nutrido permanentemente desde que aparecieron, deja claro que la Ética no tiene una finalidad especulativa, sino que es un saber práctico con el que nos orientamos  en la vida y clasificamos con inteligencia nuestros deseos o apetitos naturales.

El describe esta relación a través de la ética en tres niveles de análisis: Dioses, animales y seres humanos. Los seres humanos se encuentran en un nivel intermedio, como si la naturaleza se encontrara a medio camino entre los animales y los dioses. En  un famoso texto de su obra política describe este dinamismo de la siguiente forma:… el hombre es por naturaleza un animal cívico.

Y el enemigo de la sociedad ciudadana es, por naturaleza y no por casualidad, o bien un ser inferior, o más que un hombre… La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara. La naturaleza, no hace nada en vano. Solo el hombre entre los animales posee la palabra.

La voz es una indicación del dolor y del placer; por eso la tienen también otros animales. En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones. La participación comunitaria en éstas funda la casa familiar y la ciudad.

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