El mineral Minerva

El mineral Minerva

Confronto a la biografía de Minerva Mirabal con un libro que se llama “Physcal Biology” de Flint Skinner, donde estudio los ciclos, columnas geológicas y el papel del tiempo en la conformación de las rocas y los minerales.
Busco la relación entre la evolución de las grandes mujeres de este país y su conclusión en Minerva, y la relación entre la presión y el fuego con la naturaleza de las rocas: las ígneas (resultantes del enfriamiento y solidificación de la lava); las sedimentarias (compuestas de partículas de sedimento que se funden para formar nuevas rocas); y las metamórficas, las cuales pueden ser ígneas o sedimentarias, pero que al ser enterradas y sometidas a una alta presión y al fuego cambian de carácter.
A las metamórficas las veo en la superficie, cuando la litosfera se levanta por el desgaste de las rocas que la sostienen. Lo contrario de las rocas sedimentarias, que son producto de los procesos externos, las metamórficas son producto de los procesos internos de la tierra.
Inútil ejercicio poético, aunque no me cabe duda de que Minerva era una roca metamórfica, producto de la presión y el fuego; surgida a la periferia como fruto del esfuerzo acumulado y desgastante de otras rocas de la identidad femenina.
Pienso en Juana de Sotomayor, natural de Santiago, sitio de La Otra Banda, quien en 1655 se enroló a combatir la invasión comandada por el almirante Penn y Venables, que ese mismo año desembarcó por Haina y Palenque para apoderarse de Santo Domingo. Juana, dicen, “participó en los combates vestida de hombre y con armas, peleando con valentía y arrojo”.
Pienso en Micaela de Rivera, 1785, quien en unión de una hija suya “fabricó cartuchos para los revolucionarios y sacrificó sus haberes para la compra de los primeros buques que debían formar la flotilla nacional, encargada de la defensa de nuestras costas en 1844”.
Pienso en María Baltasara de los Reyes, 1789, madre del prócer Juan Alejandro Acosta, quien “armada de un fusil estuvo la noche del 27 de febrero y en la madrugada del 28, de guardia en el Fuerte de Angulo e hizo varias incursiones atrevidas hacia el río”.
Pienso en Ana Valverde, 1798, quien por su adhesión al Padre de la Patria y sus notables servicios a la causa separatista, fue expulsada del país. En la costurera María de las Angustias Villa (1814), de La Vega, quien confeccionó la primera bandera dominicana que ondeó en el Cibao, cuando se proclamó la Independencia en La Vega, el día 4 de marzo de 1844.
Pienso en Petronila Abreu y Delgado, 1815, quien “se distinguió cuando el grito de Independencia por haber transportado pólvora y municiones al Baluarte de El Conde, la noche del 27 de febrero de 1844”.
Son las piedras desconocidas de la litosfera en las que se apoyaron otras figuras femeninas más reconocidas por nuestra historia: Manuela Díez y Jiménez (madre de Duarte); María Trinidad Sánchez (tía de Sánchez), fusilada en 1845, durante el primer aniversario de la Independencia; Chepita Pérez, 1788, en cuya casa se fundó la Sociedad Patriótica La Trinitaria; Concepción Bona, quien confeccionó la primera bandera nacional que se enarboló en la Puerta del Conde, y Juana Saltitopa, “La Coronela”, y de todas quizás la más vanguardista. Vegana, “de carácter belicoso, usaba pañuelo de madrás amarrado a la cabeza y como arma llevaba un corto machete. Además se hacía acompañar de dos mujeres como guardaespaldas”.
Para Rosa Duarte guardo un lugar especial, porque es ella La madre de la patria, la costurera que supo apoyar con su trabajo a toda la familia Duarte; la que recopiló lo poco del pensamiento de su hermano que perdura, la que renunció a su noviazgo para seguir al exilio a toda la familia, cuando irónicamente esta fue condenada como traidora a la patria por los traidores de ayer investidos de patriotas.
Es fuego y presión de las guerras libertarias, antes de la oscuridad y el enfriamiento general de las Ruinas cuyo desgaste haría subir a la superficie a Salomé Ureña, precursora de nuestra libertad intelectual, del derecho de la mujer a educarse y a intervenir en la vida pública como vocero de las grandes preocupaciones nacionales.
Es fuego tiempo, presión y poesía en el horno de la Historia, del cual surgieron las heroínas anónimas de la resistencia a la invasión norteamericana del 1916, con sus marchas de calderos. Y es tiempo, presión y poesía que encarna en la maestra Ercilia Pepín, a quien le cupo la gloria de izar la bandera dominicana en la Fortaleza San Luis, de Santiago, el día 12 de abril de 1924, fecha de la desocupación del país por las tropas norteamericanas.
De Carmen Natalia a Minerva, descubro que la alegoría de las rocas no la abarca. A las rocas les falta esa “cualidad e intensidad de la luz reflejada”, el lustre metálico, vítreo, resinoso, perineo y adamantino”. Les falta color, forma (dependiendo de su estructura de cristal), dureza, cierta gravedad específica, dependiente de la densidad, o la correlación entre el peso de la sustancia y el peso de un volumen igual de agua pura, les falta magnetismo.
Tendría entonces que hablar de Minerva Mirabal como de un mineral, filigrana de la naturaleza, su mejor producto en el mundo silente del fuego, la presión, el frío, el movimiento, de los ciclos evolutivos de la materia inorgánica. Y tendría que hablar de la poesía, único lenguaje que puede intentar definir la figura de esa mujer que fue la voz de la dignidad y la valentía en los tiempos del robo, la iniquidad y el asesinato impune: Los tiempos de Trujillo.
El 4 de noviembre de 1955, le escribía Minerva a Manolo Tavarez, entonces su novio, fundador del Movimiento 14 de Junio, mártir de la gesta de Manaclas, algo que podríamos decir hoy las mujeres en estos tiempos de negación de lo mejor que hemos sido, de falsos valores:
“Aquí también
Llueve un poco
Para no mojarme
Leo, estudio
De todo un poco
Desde luego que no sé
Cómo una persona como yo
Se adapta a tan escasas dimensiones
De lo poco”.

Era noviembre de 1955 y Minerva no entendía cómo podía adaptarse a tan escasas dimensiones de lo poco.
Cinco años más tarde, su no-adaptación la convirtió, junto con sus hermanas Patria y María Teresa, en la mártir más importante de la lucha contra la dictadura; la más trascendental proponente de la sociedad que sonaba una parte fundamental de la sociedad dominicana; la que encarnaba el rescate de la Constitución del 59, enarbolada por los combatientes de la Gesta de 1959 de Maimón, Constanza y Estero Hondo; retomada luego por Manolo y el Catorce como bandera de lucha, en 1963.
Retorno a ese mineral convertido en diamante que es Minerva Mirabal, hoy fuerza de luz que puede y debe alumbrar el sendero por donde transita la inadaptada,a lo poco, Patria de hoy.

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