El ministro de Cultura Pedro Vergés debe evitar desaparición Librería La Trinitaria

El ministro de Cultura Pedro Vergés debe evitar desaparición Librería La Trinitaria

El Ministro de Cultura, Pedro Vergés, que concitó el aplauso colectivo en el exitoso montaje de la reciente Feria Internacional del Libro, es la persona, con el presidente Danilo Medina de aliado, quienes deben impedir la desaparición de la Librería La Trinitaria, ícono donde encontramos las ediciones de libros de autores dominicanos.
La Trinitaria ha constituido un sueño hecho realidad hasta ahora de Virtudes Uribe, pertinaz difusora de la cultura nativa, ofreciendo un espacio para los autores criollos especialmente los historiadores, y quienes ponderamos su esfuerzo y dedicación casi por amor a promover a los escritores nuestros, con exiguos dividendos y una acerada vocación por propiciar la cultura, debemos dirigir nuestras ponencias al Ministro de Cultura Pedro Vergés, de manera que proceda en consecuencia.
El proceder sugerido al Ministro Vergés consiste en redactar al presidente Medina un proyecto de ley consistente en gravar con un RD$ el galón de gasoil, de gran consumo no solo para cocinar, sino para millones de vehículos, muchísimos privados y de lujo, o al tabaco o las bebidas alcohólicas, o las loterías pública y privadas, o las bancas de apuestas.
La recaudación de este impuesto que nadie objetaría, sería para canalizarlo en porcientos equitativos a las librerías del país, no solo a La Trinitaria, inclusive a Librería Cuesta, aunque sabemos que de no ser financiada por el SM Nacional, hubiese desaparecido, como lo propio con el gran diario santiaguense La Información, financiado por UTESA.
Esta sugerencia entiendo debe merecer el apoyo de todos los escritores dominicanos y los contertulios que compartimos con Virtudes Uribe sus angustias y sus sueños, ahora mustios, de mantener abierta su librería La Trinitaria.
La desaparición de las librerías no solo aquí, sino en todo el mundo, es un fenómeno comprobable ocasionado por los modelos nuevos de comunicación y difusión del saber con la herramienta poderosa del Internet, donde todos disponemos de los conocimientos universales con solo apretar un click, en la era de la cultura virtual.
Esa cultura virtual que permite conocer un caso en fracciones de tiempo pequeña, que a los de mi generación significaba una concentración de varias horas y semanas degustando un libro, ocasionando el declive de las editoras, suprimiendo íconos tradicionales mundiales de la cultura como las Enciclopedia Británica; la Enciclopedia Espasa-Calpe; la Enciclopedia de Béisbol; el Almanaque Mundial que editó por 62 años Televisa; el Diccionario Larousse, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la Guía del Tercer Mundo; la revista española Historia, todo se reduce a un clik, o a un CD donde toda esta catarata de cultura puede obtenerse, ahorrando inclusive apreciables espacios, en la era de los apartamentos pequeños a diferencia de los grandes construidos cuando surgió esa modalidad de vivienda en la década de los años sesenta del siglo XX y las casas amplias.
Esa modalidad mediática de difundir la cultura ha contribuido a desaparecer muchas añejas editoriales, porque ante el sentido práctico de los espacios que proporciona la cultura virtual, la demanda editorial ha disminuido, y el malthusiano aumento aritmético poblacional no se refleja en la misma proporción con la demanda de libros, por la cultura diseminada por los mecanismos tecnológicos citados, además que se perciben opciones nuevas en las presentes generaciones ganadas por un abanico de diversiones, discotecas, mal, chateos en celulares, hasta ingresar al capítulo de los vicios y deformación de los valores que normaron las preferencias y la conducta en sociedad de generaciones precedentes.
Una minúscula proporción de las generaciones jóvenes aprecia los libros con la intensidad idílica que la disfrutamos quienes somos abuelos, que apreciamos los libros como si fuesen seres vivientes queridos, los miramos con ternura y llegamos a extremos de hasta hablarles, y esa puerilidad confesada sin rubor explica muchísimo la diferencia de la encrucijada en que se encuentra hoy el libro y la cultura.
La librería La Trinitaria puede resultar una grata inflexión de un antes y un después para contener la inexorable desaparición de estos añejos íconos difusores de la cultura, si el Ministro de Cultura, el escritor Pedro Vergés, como lo fue su progenitor Pedro Vergés Vidal, decide impedir con su motivación canalizada al presidente Medina, la desaparición de las librerías dominicanas, no solo La Trinitaria, y el esfuerzo admirable de difusión cultural Virtudes Uribe.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas