El mirador de balcón

El mirador de balcón

El zumbador de piquito es un ave que han fotografiado los naturalistas dominicanos y los extranjeros. Además, ha sido objeto central de canciones y poemas. Es una especie del mundo rural que tal vez tenga que trasladarse a las ciudades para seguir zumbando en parques públicos o en jardines privados. Los pájaros siempre tienen la posibilidad de volar hacia otra parte. Pueden emigrar a otros lugares cuando el ambiente es adverso o la depredación de la naturaleza les dificulta el sustento. No en balde se dice: “aunque la rama cruja el ave canta”. El poeta mexicano Díaz Mirón afirmaba que el ave no teme que caiga la rama porque “sabe lo que son sus alas”.

Lo que ocurre con las aves del mundo silvestre, no ocurre en la “selva urbana” en que habitamos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Los ejemplares de la “especie humana” no tienen alas como los pájaros. Para trasladarse a otro país necesitan tomar muchas dolorosas decisiones, preparar maletas, conseguir los pasaportes. La economía y la política van unidas a un mismo carro. Los fundadores de la “ciencia sombría” llamaron a su disciplina “economía política”. Hoy ha perdido el “apellido” y se le dice, simplemente, economía. Cuando crujen la economía y la política, los hombres dejan de cantar y piensan en emigrar.

En estos tiempos de inseguridad, de auge de la delincuencia, violencia generalizada e “impunidad asegurada”, las personas se refugian en balcones enrejados para mirar el mundo desde una garita fortificada. El pintor norteamericano Edward Hopper, fallecido en 1967, pintó numerosas escenas de “soledad urbana”. En las ciudades más populosas, viejos y jóvenes viven apartados y temerosos, asomándose a los balcones de elevadísimos pisos. Sus ilusiones, pensamientos y deseos, han de coagularse en el interior de unos estrechos miradores.

El pintor Hopper es capaz de ilustrar la sexualidad prisionera de mujeres encerradas en lo alto de sus edificios de apartamientos. Recrea tragedias personales repetidas, en una suerte de poesía lírica a colores. Pero el verdadero problema no es lírico sino épico. El “animal urbano”, que no puede volar, se atrinchera en balconcetes para eludir los problemas colectivos. Hombres y mujeres huyen de sus obligaciones al oír crujir las ramas sociales.

 

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