POR LEONOR ASILIS
Llega un año más en que nos debemos alegrar a plenitud. Celebramos la Navidad. Dios con nosotros: Emmanuel. Tiempo propicio para admirar, contemplar y sobre todo, adorar el gesto precioso de Dios, que se nos acerca para salvarnos del pecado de la soberbia que nos lleva a creernos que somos dioses y que no necesitamos al único, al grande, a Dios Padre Todopoderoso.
Y vino al mundo a enseñarnos a ser humildes.
¡Qué gran misterio! Ha de dejarnos anonadados ver cómo Dios, creador del Universo, decide empequeñecerse y hacerse uno como nosotros, para hacerse camino de salvación y evitar la perdición en la que nos hallábamos sumergidos. Recordemos las palabras de Jesús en su predicación: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Debemos de cuidarnos y vigilar para que no perseveremos en nuestro orgullo y de una vez por todas, frotar las escamas de nuestros ojos que tratan de impedir el reconocer a Jesús como nuestro Señor y Salvador.
Repetimos las palabras de San Agustín ante este insondable misterio: La fe de los cristianos conoce lo que nos ha aportado la humildad de tan gran excelsitud. De ello se mantiene alejado el corazón de los impíos, pues Dios escondió estas cosas a los sabios y prudentes y las revelo a los pequeños. (Mateo 11, 25).
Continúa Agustín diciendo: En verdad, los realmente sabios son los humildes, quienes comprenden que Dios Todopoderoso pudo asumir la carne sin que Él pudiese transformarse en carne; y también comprender que Él asumió lo que no era permaneciendo en lo que era; vino a nosotros como hombre sin separarse del Padre y perseveró junto al Padre en su ser y se presentó ante nosotros en el nuestro.
Queridos hermanos: que en estas navidades que celebramos no nos deslumbren las luces, fiestas y derroches que tradicionalmente acontecen en estos días, motivados por una corriente materialista y sin sentido profundo de la Navidad.
Aprovechemos este tiempo para recogernos en nuestro interior y dejarnos mirar por el Divino y humano Niño Jesús que anhela con todo su ser humano y divino colmarnos con su gran amor y abundantes bendiciones.