Son unas de las joyas más raras del mundo pero nadie sabe a ciencia cierta por qué son los diamantes rosas son de ese color.
Eso no ha impedido que los inversores paguen fortunas por ellos en las subastas.
En octubre se batió un nuevo récord mundial en Sotheby’s en Hong Kong cuando un diamante de 8,41 quilates se vendió por US$17.768.041, lo que supone más de US$2,1 millones por quilate.
«Todo el mundo está hablando de ellos y a todos les encantan», dice Jeffrey Post, curador de la Colección de Piedras Preciosas y Minerales del Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural en la capital de Estados Unidos, Washington.
«Sin embargo no puedes explicarle a la gente por qué son rosas».
Misterio
Otros diamantes adquieren su coloración a partir de las impurezas químicas que absorben luz. Los diamantes amarillos contienen trazas de nitrógeno, y los azules contienen boro, otro elemento químico.
Pero no se han encontrado impurezas similares en los diamantes rosas, lo que ha llevado a los científicos a especular que su color puede ser resultado de algún shocksísmico que alteró la estructura molecular de la piedra.
Ahora se espera que un conjunto de diamantes marrones y rosas de la mina Argyle, en el oeste de Australia sirvan para resolver el misterio.
La mina, propiedad de Río Tinto, es la mayor fuente de diamantes rosas del mundo.
Aunque son tan raros que solo se producen unos pocos cada año.
Además de averiguar qué los hace rosa, los científicos esperan que los diamantes les revelen información sobre la historia de nuestro planeta.
Los diamantes son mensajeros de la Tierra, dice Post. «Los extraemos de cientos de kilómetros de profundidad y nos traen información sobre una parte de la Tierra que no podemos visitar. También nos permiten viajar en el tiempo porque la mayoría se formaron hace 2.000 o 3.000 millones de años».
«Cada uno de ellos es una cápsula del tiempo, y los diamantes rosas, al ser diferentes de otros tipos de diamantes, tienen una historia distinta que contarnos».
Los científicos ya han examinado los diamantes Argyle usando un espectómetro masivo para tratar de encontrar algún rastro de impurezas que puede estar causando su coloración rosa.
La máquina agita los diamantes y analiza la estructura química de los átomos que se liberan.
«No hay impureza que hayamos sido capaces de asociar con el color rosa de los diamantes», dice Post. «Las mediciones del espectómetro no muestran ningún rasgo adicional que podamos asociar a algún agente de coloración específico».
También han usado un láser de ion para hacer un pequeño corte en la superficie de los diamantes y así extraer una parte que pueda ser observada bajo un potente microscopio.
Descubrieron así que la mayoría de los diamantes rosas no son uniformemente de ese color sino que tienen zonas rosas que alternan con otras más claras.
Esas zonas rosas, conocidas como fallas gemelas, se formaron por algún tipo deshock, posiblemente como consecuencia de actividad volcánica que mandó los diamantes a la superficie o por algo que les pasó mientras se formaban a gran profundidad.
Rareza
Aunque los diamantes rosas están entre las joyas más valiosas actualmente, hace 20 años no eran mucho más que una curiosidad geológica.
Las ventas han subido gracias a una promoción adecuada que ha vendido su carácter único.
«A fin de cuentas todo depende de su rareza», dice Richard Revez, un experto en piedras preciosas en Kravit Estate Department, con sede en Florida.
«Cuando hablas de diamantes de colores, se sitúan en el elitista 1% de los producidos en el mundo. Los diamantes rosas son el 1% del 1%».
Dice que los diamantes más buscados son de hecho rojos, pero los naranjas, verdes, azules y amarillos también tienen mucha demanda.
Un diamante naranja fue comprado por US$35 millones (US$2,4 millones por quilate) en una subasta el año pasado, lo que supone el precio más caro pagado por quilate.
«Desde hace milenios hemos ansiado tener diamantes», dice Revez.
Las primeras gemas fueron descubiertas probablemente en las orillas de los ríos en India, pero la primera vez que se registró su existencia en las historias griega y romana.
«Se creía que había una vena que iba del corazón al dedo anular y por eso llevamos diamantes en nuestros dedos anulares. Y las flechas de Cupido terminaban en un diamante para penetrar el corazón de manera más fácil», dice.
Se cree que el archiduque Maximiliano de Austria inició en 1477 la tradición de pedir la mano de la amada, en su caso María de Burgundy, que luego fue seguida por la nobleza europea.
Pero no fue hasta los años 50 cuando los estándares internacionales para evaluar diamantes fueron fijados por el Instituto Gemológico de Estados Unidos, una clasificación que aún hoy es usada.