El mito de la invencibilidad

El mito de la invencibilidad

Durante sus años de ejercicio presidencial en Estados Unidos, 1963-1969, Lyndon Johnson sostenía cada martes un almuerzo con algunos de los funcionarios que había heredado de la Administración de John Kennedy.

Allí asistían McGeorge Bundy, Dean Rusk, Robert McNamara, Walter Rostow y algún otro invitado de oportunidad. Poco tiempo después, Bundy renunciaría. Entonces, el halcón Rostow asumió el cargo de Asesor de Seguridad Nacional acelerando la debacle de quienes no supieron manejar los proyectos heredados de Kennedy. Los comentarios de la capital de Estados Unidos siempre se referían a un juicio emitido por el asesinado Presidente en torno a Rostow. Decía: Tiene una multitud de ideas pero, nueve de cada 10 entre ellas conducirían a una catástrofe. Johnson no había hecho caso a su antecesor y el profesor Rostow lo indujo a fracaso tras fracaso en la política exterior estadounidense.

Valga el ejemplo para entender de una vez y por todas que los políticos que se las dan de conceptualizadores y de aportar infinidad de ideas que sólo benefician a sus bolsillos nos están llevando al desastre como nación.

A escasas semanas de unas elecciones congresionales y municipales percibimos señales concretas del estado de deterioro en que se encuentra la sociedad dominicana. Evidentemente, estas no son unas elecciones semejantes a las que estamos acostumbrados a presenciar. Los partidos políticos han mostrado ahora la peor de sus corruptas imágenes. En contraposición, algunos organismos públicos nos confirman que las leyes pueden ser cumplidas si se tiene la voluntad de hacerlo. Todo hiede en los predios ejecutivos gubernamentales y el tufo nos da a entender que algo se agota y muere.

El presidente Leonel Fernández ha estado consintiendo lo peor de nuestra sociedad a través del encubrimiento, la complicidad y la inmunidad para aquellos que se sometan a sus planes de eternizarse en el poder. Ha logrado inocular entre sus aliados, en base a sobornos no a convencimientos, una filosofía de la invencibilidad que en ningún tiempo decae. Fortalece así actitudes que dan pie a nuevas armas y tácticas rodeándose de ignorantes y serviles. Se las da de héroe mítico invencible y cada día se vuelve más agresivo con un nuevo tipo de peligrosidad que hace de la violencia algo habitual. Desde ese punto de vista se olvida el pasado moralista y se enfrenta el futuro siempre bajo el dogma de que Leonel y el PLD no pueden perder ningún tipo de elecciones. La tímida y cobarde oposición del Partido Revolucionario Dominicano, ignorante y ambiciosa, evade permanentemente el enfrentamiento directo debido a la falta de liderazgo inteligente. Y así fortalecen el mito de la invencibilidad.

Un importantísimo elemento de la guerra de opinión que desarrolla el Presidente dominicano consiste en que los dominicanos se dividan. El propósito es que se enfrenten los dirigentes y las bases, que se separen por sus ambiciones, por sus oportunismos; que se dividan el pueblo y las organizaciones que los representan. La definición de enemigo la aplican a todo movimiento que tuviera como objetivo una transformación igualitaria del orden social. Nada debe cambiar para que ellos puedan mantenerse en el poder.

El gobernante no ha desarrollado las fuerzas productivas del país sino que ha creado, para sus funcionarios, un sistema económico y político predominante en el que se han establecido modelos de consumo y de distribución de la riqueza que son insostenibles. La acumulación de capital de sus principales seguidores, gracias a las vinculaciones con el narcotráfico y la corrupción administrativa, son demasiado evidentes. El enriquecimiento súbito bajo el manto de la impunidad absoluta exacerba el deseo de acumular más cada día. Definitivamente, este modelo no tiene porvenir, menos ahora cuando los déficit presupuestarios se hacen insostenibles y sólo se ve salida a través del aumento de los impuestos disfrazados y la imposición de una tarifa eléctrica aún más exagerada que la actual. De insistir en esta práctica, se les va a caer la casa encima sin necesidad de que tiemble la tierra.

Podrá tener muchas ideas nuestro Presidente conceptualizador, pero, como en el caso de Rostow, nueve de cada diez de sus ideas nos conducen hacia una catástrofe.

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