El momento de las mipyme

El momento de las mipyme

La administración del Presidente Danilo Medina reconoce la relevancia  de la función de  las pyme, y lo demuestra con el flujo de crédito a tasas bajas dirigido a ese sector para que puedan desarrollarse y ganar competitividad  en el mercado de oferta de  bienes y servicios. Un beneficio fiscal de esta política es que los compromisos  financieros asumidos por las pyme ante el Estado las integra casi de manera automática a la economía formal. Hasta ahí todo parece marchar de maravilla.

Sin embargo, el presidente de  Codopyme, Yuri Chez, afirma que el Gobierno apenas compra los productos de cinco o seis de las pyme, entre las afiliadas a 42 asociaciones que componen esa confederación. Corrobora así  una  denuncia  en ese contexto hecha por  Charlie Mariotti,  senador  por Monte Plata. Esto plantea una disociación en la política de atención a las mipyme, pues el impulso financiero para su desarrollo debería ser complementado con una tajada importante del pastel de las compras y contrataciones del Estado.

El Gobierno está comprometido a garantizarle a las mipyme una porción de las compras públicas. Inclusive, debe incurrir en algún sacrificio al adquirir los bienes de ese origen, con tal de garantizar el retorno de los financiamientos otorgados. No se concibe que se desarrolle una mipyme para luego dejarla sin mercado para sus productos.

¿Deuda para el desarrollo?

CREES, el Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles, afirma que entre los años 2000 y 2012 la deuda pública externa aumentó en 364%, al pasar de 2,800 millones de dólares a unos 12,900 millones de dólares. ¿Qué  proporción de ese endeudamiento se  destinó a  mejorar la calidad de vida de los dominicanos, si una buena parte fue para compensar a los depositantes de los bancos afectados por la crisis financiera del 2003?. La persistencia de algunas brechas sociales y la profundización de otras hacen dudar  que el destino de tanto dinero fuera para promover el desarrollo en todos los órdenes.

Lo que sí está claro es que una alta proporción de la deuda ha dado cuerpo al  espejismo de una bonanza económica que en ese mismo lapso no se tradujo en desarrollo humano. Una bonanza que palidece ante los cierres fiscales deficitarios que tuvo el país de manera consecutiva entre el 2000 y el 2012.

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