El momento

El momento

En estos momentos en que la situación económica mundial se sacude y nos violenta, debemos reflexionar y tomar conciencia de que somos una nación pobre, con escasos recursos y que debemos hacer un uso más racional de lo poco que tenemos.

Cada cierto tiempo sufrimos un dislocamiento colectivo que nos hace creer que somos un país rico, que somos el centro del universo y que podemos vivir dispendiosamente. Pero también, como ha ocurrido repetidamente en el pasado, sufrimos los embates de los correctivos que imponen esa conducta, lamentablemente como si nada aprendiéramos. Los golpes que hemos recibido en el pasado deberían habernos enseñado a mantener una forma de vida más prudente y acorde con nuestra realidad. Ahora esa realidad nos aplasta.

La Nación ha sido administrada como el clásico individuo díscolo que en los espectáculos de humor lo representan parlanchines de barrios pobres. Este es un personaje que cada quincena o cada semana cuando cobra el sueldo, lo malgasta en bebentinas o francachelas, para luego salir a tomar dinero prestado para poder sobrevivir hasta el próximo día de pago cuando volverá a hacer lo mismo. Lo increíble es que estos individuos siempre encuentran quien les preste dinero aún cuando se conoce su conducta. Este individuo, finalmente, tiene que huir de los acreedores y se escapa a otro barrio u otro pueblo donde repite el mismo comportamiento hasta que la salud se lo permite y entonces sale a pedir a las calles, cargado de vejez y de miserias, para arrastrar lo que le resta de su existencia hasta la tumba.

El borrachín o “francacheloso” sin dudas que puede burlar a los acreedores y esconderse en otro barrio u otra ciudad. Pero la nación no puede. El país no puede ser desarraigado y mudado a otro continente, ocultado entre otras islas o bajo otra exuberante vegetación o copos de nieve. Aquí es donde tiene que enfrentar los cañones de los cobradores.

Ahora estamos en un momento de escasez mundial y presiones que nos llevarán a condiciones mucho más precarias que las que hemos alcanzado por nuestro “franchelosa” forma de vida. La situación que tenemos ahora comienza a generar serias preocupaciones al presidente Leonel Fernández, quien está planteándolo desde la semana pasada en reuniones internacionales.

Es necesario reajustar toda nuestra estructura económica y social. Eso debería ser evidente para todos.

Los planteamientos que ha hecho el presidente Fernández en el fin de semana están presionando en esta dirección.

Estas medidas propuestas por el mandatario deberían encaminarse con mucho más profundidad y a mucho más largo plazo, con ejemplos claros desde el Estado y una administración diáfana, cuidadosa, rigurosa y detallada de cada centavo, infraestructura o capital público.

La mujer del César no solo debe ser honesta, sino además aparentarlo, dice un sabio refrán que parece tener más de dos mil años. Desde el Estado deben llegar señales claras a la población, sin confusiones, llena de detalles específicos que puedan ser interpretados por la población sin equívocos.

Es importante acogerse a la austeridad pero no sólo en el caso de los combustibles, sino también en la ostentación. El país debe volver a recuperar la sensatez y comprender, como Nación, que es pobre en recursos y como tal debe atender sus necesidades.

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