El Movimiento Renovador universitario

El Movimiento Renovador universitario

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La autonomía no es un fin en sí misma. Es un medio que permite a la universidad el desempeño de sus misiones. Sin ella, una institución de ese género no estaría en condiciones  de cumplir su función social, ni de ejercer su función crítica. En tiempos de Trujillo, la Universidad de Santo Domingo no disfrutaba de esa prerrogativa, por lo que no podía preservar en su seno la convivencia de las pluralidades ideológicas. Tampoco,  pronunciarse en contra de la opresión, ni mostrarse sensible ante la problemática de su entorno ni, mucho menos, participar en esfuerzos dirigidos a promover los cambios estructurales que la sociedad dominicana de entonces tanto requería. En esos desdichados tiempos,  la Universidad no era más “que una maquinaria para otorgar títulos profesionales” servida, salvo algunas honrosas excepciones,  por servidores incondicionales de Trujillo.   

Siete meses después de Trujillo ser ajusticiado, con la promulgación de la Ley 5778 Sobre Autonomía Universitaria, se sentaron las bases para renovar la Universidad y romper los esquemas tradicionales en los que se desarrollaba. Se esperaba tener éxito en la tarea de ampliar y consolidar los espacios de formación, experimentación y circulación del conocimiento. Desafortunadamente, no fue así. El empeño de las autoridades universitarias de entonces en mantener un sistema autocrático de  gobierno universitario hizo  que fracasaron esos primeros intentos de renovar la Universidad.  Esos caballeros, intelectuales más brillosos que brillantes, no les eran dados entender que la Universidad, después de la Reforma de Córdoba, no debía de estar cimentada en los restos de la tradición medieval, sino en la premisa de que las sociedades requieren centros de pensamiento y de crítica. A esos intelectuales trujillistas les era muy difícil digerir aquello de que la Universidad fuera un espacio de crítica y de pensamiento independiente.  

El periodo 1962-1965 supuso un paréntesis en la calamitosa situación de la existencia de una superestructura universitaria rígida  y el florecimiento en su seno de un espíritu crítico y abierto a los adelantos científicos que, a duras penas, comenzaban a  abrirse. Como bien lo señala el doctor Tirso Mejía Ricart en su ensayo “Historia de la Universidad Dominicana”, durante ese lapso de tiempo nada se hizo para “cambiar las arcaicas estructuras académicas y administrativas vigentes”. Fue a partir del Movimiento Renovador cuando la Universidad Autónoma de Santo Domingo comenzó  a reconstruirse.     

En abril de 1965, mientras las principales autoridades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo se prestaban a colaborar con los interventores yanquis y a mostrarse indiferentes frente al hecho de que en el Campus de la UASD se aposentara una compañía de blindados del ejército estadounidense,  decenas  de catedráticos y  cientos de estudiantes de esa Alta casa de Estudio “dejaron el borrador y la tiza, las aulas, los libros y los escritorios de su academia y se lanzaron a las calles de Santo Domingo a responder el llamado de la patria mancillada”.

El Movimiento Renovador Universitario surgió en el marco de la Guerra de Abril de 1965. Se cuentan entre los iniciadores de ese glorioso movimiento de transformación universitaria, los catedráticos Jottin Cury, Andrés María Aybar Nicolás,  Marcelino Vélez Santana, Hugo Tolentino Dipp, Antonio Rosario, el Obispo Roques Adames Ovalle, Zoraida Heredia Suncar, Ivelisse Prats,  Tirso Mejía Ricart, Marcio Mejía Ricart, Marcio Veloz Maggiolo, Rafael Calventi, Alberto Malagón, Andrés Avelino, Francisco Avelino, Antonio Zaglul, Gustavo de León, Abelardo Vicioso, Rafael Kasse Acta, Víctor Pizano Thomen, Jesús Álvarez Vicioso, Elsa Vallejo, Armando José Namis, Daniel Cabrera Zorrilla, Fernando Silié Gatón, Luis Scheker Ortiz, Jacobo Moquete, Carlos Temistocles Roa,  secundados por los estudiantes Asdrúbal Domínguez, Carlos Dore, José Joaquín Puello, Diómedes Mercedes,  Cayetano Rodríguez del Prado, Delta Soto, Emma Tavárez Justo, Flavia García, Luis Ibarra Ríos y por otros patriotas universitarios. Gracias a ellos, se logró identificar la Universidad Autónoma de Santo Domingo con el interés general y proveer a esa Alta Casa de Estudios de nuevos valores sin discriminaciones ni favoritismos.    

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