«El muerto soy yo»

«El muerto soy yo»

Un tanto perplejo quedó el albañil del cementerio ante la inusitada respuesta del cliente que le encargó los arreglos y embellecimiento del panteón, y a quien, por simple curiosidad, le había preguntado dos veces: ¿Quién es el muerto?

Por la respuesta, el obrero se dio cuenta de que su  pregunta resultó un tanto imprudente y a modo de excusa  atinó a ponderar el valor del personaje que, aunque un poco demacrado, no daba señales de  estar tan enfermo.

Al salir del camposanto, luego del pago de los trabajos e impuestos municipales, recibe una llamada de un viejo relacionado quien, desconociendo su situación de salud, le pide que se haga cargo de un caso legal que le afecta.

Ante la insistencia de este,  no tuvo más remedio que informarle  que padecía una enfermedad terminal por lo que no podía asumir nuevas responsabilidades laborales.

Se produjo un silencio tan grande que  tuvo que preguntar a su interlocutor si todavía se mantenía al teléfono, antes de proceder a despedirse  con la cortesía que  le caracteriza.

El valiente personaje es mi amigo. Tiene cáncer y aunque está confiado en que Dios y la ciencia le devolverán su salud, se ha preparado coordinando con su familia todo lo concerniente a su posible partida de este mundo.

No se ha dejado abatir por la terrible enfermedad y quien habla con él por teléfono y desconoce su situación, percibe   la vitalidad y entusiasmo que lo identifican junto a una extraordinaria amabilidad y vocación de servicio.

Ha vivido siempre en paz con Dios, consigo mismo y los demás.

Ha sido desde niño, un gran batallador. Por eso confiamos en su victoria.

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