El mundo al revés

El mundo al revés

En 1865, mientras los restauradores de la independencia dominicana derrotaban a las tropas españolas, en Inglaterra se publicaba el libro “Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas”.

Desde entonces, los niños del mundo han quedado encantados con aquellos relatos absurdos en los que la lógica no funciona y predomina lo irreal. Esa es una de las obras de literatura infantil más leídas y que parece reflejar la esquizofrenia política de los funcionarios del actual gobierno.

La escuela del mundo al revés, dice Eduardo Galeano en su obra “Patas Arriba”, es la más democrática de las instituciones educativas. No exige examen de admisión, no cobra matrícula y gratuitamente dicta sus cursos a todos los que votan por sus candidatos. Además, premia a los que se portan mal, desprecia la honestidad, castiga el trabajo decente, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta la violación a las leyes. Hace estacionamientos para automóviles donde se necesitan aulas, construye Metros donde faltan autobuses, levantan lujosos museos donde se requieren hospitales y decoran apartamentos de lujo donde necesitan viviendas modestas.

Hemos aprendido a interpretar nuestro país como algo de Alicia y de Galeano. Existen, simultáneamente, dos mundos: el de los funcionarios gubernamentales y el de la realidad que vive el resto del pueblo. No es que confundan los significados de las palabras, sino que los detentadores del poder político disfrutan de la abundancia de un lado del espejo y el resto recogemos boronas en el otro lado. En los círculos de estudios de Leonel Fernández, posteriores y contradictorios con los de Juan Bosch, enseñan que el plomo flota y el corcho se hunde, que las víboras vuelan y las nubes se arrastran por los caminos.

Han sido enseñados a gozar, enriquecerse y despilfarrar cuánto llega a su alcance. Mientras, nosotros sufrimos, nos empobrecemos y, para colmo, ahorramos para que el gobierno pueda seguir aumentando la nómina gubernamental. Dentro de su lógica, el 92% de los dominicanos está equivocado porque rechaza el manejo del presidente Fernández a la cosa pública. Ellos, el 8%, apoyan el antojadizo manejo del país ya que les conviene gobernar según la escuela del mundo al revés.

¿Cómo culpar a un adolescente que asesina por $300 dólares si esa misma tarea de ejecuciones extrajudiciales es practicada masivamente bajo las órdenes de condecorados Generales de la Policía Nacional? ¿Cómo culpar la artesanal tarea del joven ratero que arrebata carteras y celulares en las calles mientras los funcionarios roban impunemente sin sentido del límite? ¿Cómo desalojar del borde de una carretera al desamparado campesino, desempleado y hambriento, mientras los magnates financieros y los miembros del Comité Político se apropian de los parques nacionales?

La escuela del mundo al revés nos dice que el gobierno no da mantenimiento a los elevados porque es más lucrativo arruinarlos para entonces construirlos de nuevo. Excavan una zanja, la revisten de concreto y su vanidad los lleva a llamarla, disparatadamente, “túnel a cielo abierto”. Para colmo, el Presidente inaugura siete veces el mismo proyecto, construido a ritmo de corrupta samba brasileña; una inauguración por cada multiplicación del presupuesto. Con enorme descaro, en medio de una grave crisis financiera que ni siquiera la complicidad del Fondo Monetario Internacional puede esconder, siguen endeudando al país para desperdiciar los préstamos en los onerosos y fracasados proyectos del Metro.

En la escuela “patas arriba”, las asignaturas obligatorias son la amnesia, la impotencia y la resignación ante tanta corrupción nunca castigada. Han tratado de acostumbrarnos a padecer la realidad en vez de enseñarnos a combatir los daños que provocan. En tiempos de campaña electoral prefieren que ignoremos su comprobada fidelidad a Balaguer mientras se disfrazan de Caamaño y de Manolo en un repugnante carnaval de hipocresía. Disfrutan menospreciando el transporte público y arrebatándole la ciudad a la gente de a pie para entregarla al automóvil privado que envenena el ambiente y asesina al peatón intruso, invasor del territorio que los depredadores de ciudades les han concedido.

Para saquear el erario se solazan en el entra y sale por el espejo por el que Alicia penetraba al absurdo país, para entonces mentir, con carita de inocente sacristán, prometiendo democracia y buen gobierno en un mundo al revés.

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