El mundo desde casa

El mundo desde casa

Hace cuarenta años, el gitano Melquíades dijo en Macondo, “la ciencia ha eliminado las distancias. Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”.

Decía poseer las claves de Nostradamus, como si fuese descendiente directo en sabiduría de este enigmático y afamado médico y astrólogo francés. De Melquíades se contaba que “parecía conocer el otro lado de las cosas”, de la misma manera que  Mostradamus, para quien sus presagios no tenían fronteras temporales ni geográficas.

Al parecer, Melquíades tenía la intención de dedicarse en Macondo a hacer lo que Nostradamus noche a noche, luego de atender a sus pacientes durante el día, en el observatorio que había instalado en su casa en Francia: contemplar los astros.

Pero, el gitano, seguramente urgido por apremios de faltriquera y escozor de tripas, en cambio, hacía a la luz del día de sus dotes de astrólogo algo más práctico y asequible a todo público, sin arcanos mayores o menores ni enigmas ocultos en Centurias.  Sólo bastaba un ojo curioso para revelar los misterios que encerraba aquel cilindro extensible que llevaba de un lado a otro.  Armado de un catalejo, cobraba cinco reales a cuanto curioso  quisiera asomarse a esa ventana que acercaba las cosas, poniéndolas al alcance de la mano.

Sin contar en su haber con la fama y gloria de Mostradamus, el gitano Melquíades lanzó un presagio que el tiempo se ha encargado de confirmar.  Así, este humilde personaje de un remoto y rural entorno colombiano llamado Macondo tal vez se convirtió, sin buscarlo, sin quererlo, en el precursor ideológico de la Internet, Google Earth y otras herramientas habituales y de uso masivo en el diario vivir actual.

Hoy día se puede, no sólo ver cualquier cosa desde casa, sino también comprar bienes o contratar servicios de cualquier índole, hacer transacciones bancarias, operaciones bursátiles, consultar documentos en bibliotecas y archivos a miles de kilómetros y un sinfín de otras actividades.

Todo este portento, todas estas prodigiosas actividades fueron profetizadas por un desconocido gitano llamado Melquíades, tal vez para terminar los Cien años de Soledad. Lo que no dijo, quizás para no asustar o tal vez porque la vasija de sus revelaciones se encontraba tan opaca por el humo de la pólvora, de las explosiones, de la destrucción, que no atinaba a traducir o interpretar las imágenes de destrucción y absoluta desolación que reflejaban las aguas de tan pavorosas y desoladoras visiones.

Y es que ahora, tenemos, para orgullo del género humano, el grandioso y excelso privilegio de ver, de presenciar y vivir en directo, minuto a minuto, desde un confortable sofá o un plácido colchón, las matanzas producidas por invasiones armadas, el ahorcamiento de reos a capricho, secuestros, tiroteos, palizas, maltratos y cuanta cosa pueda imaginarse.

Sin duda, la humanidad ha avanzado enormemente en estas últimas cuatro décadas.

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