Observando con tristeza la tragedia que vive el mundo con los ataques despiadados de Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza, en respuesta a la brutal agresión del grupo terrorista Hamas contra la población civil judía, hechos que han relegado a un segundo plano la invasión rusa a Ucrania, tenemos que convenir en que nuestros problemas con Haití son menores en el contexto de la situación que viven los indicados países y las repercusiones económicas que provocan en el mundo.

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No obstante, tenemos que seguir insistiendo, sin dejarnos tumbar el pulso, en resolver amigablemente una situación que en lo porvenir podría agravarse dada la tozudez con que los haitianos han mantenido su decisión de apoyar la construcción de un canal en el río Masacre que amenaza con dejar sin agua la parte abajo del lugar de la acometida perjudicando a productores agrícolas dominicanos y haitianos.

De acuerdo al embajador dominicano en Haití, Faruk Miguel, el exprimer ministro haitiano Claude Joseph, junto a un grupo de poder, son los auspiciadores de la obra que se ha convertido en la manzana de la discordia por la falta de un interlocutor válido para discutir el impasse presentado ayer ante la OEA por el canciller dominicano Roberto Álvarez.