El mundo en un punto de inflexión

El mundo en un punto de inflexión

Al analizar esta semana la crisis económica que sacude al mundo, el director para América Latina del Banco Mundial, Augusto de la Torre, sostuvo que “estamos viviendo un punto de inflexión importante que va a redibujar algunas características notables de la economía mundial”, incluido que se disipa el protagonismo de los Estados Unidos.

 El jefe mismo del Banco Mundial, el ex-secretario de Comercio norteamericano Robert Zoellick, lo expresó más cautamente indicando que “El G-7 (integrado por los siete países más desarrollados) no funciona. Necesitamos un grupo mejor para un momento distinto”. Y se atrevió a pedir su ampliación o reemplazo por un “Grupo de los 14”, donde entren Arabia Saudita, Brasil, China, India, México, Rusia y Sudáfrica.

 En otras palabras, que Zoellick está reconociendo que el mundo unipolar y unidireccional del capitalismo salvaje y del neoliberalismo absoluto ha muerto y tiene que ser reconstruido con una amplia y multipolar diversidad de actores que reconozca los poderes crecientes y genere una mayor interacción. Ya lo había advertido la semana anterior el ministro de Finanzas de Alemania,  Peer Steinbruck, cuando dijo que Estados Unidos “va a perder su estatus de superpotencia del sistema financiero mundial”.

 Es mucha la literatura que circula en estos días en el mundo tratando de explicar lo que ha ocurrido en unas pocas semanas, algo tan grande como el derrumbamiento del imperio de Wall Street, al ritmo de un huracán que zarandea las mayores economías del mundo y muestra una fragilidad que nade podía imaginar hasta hace muy poco.

 Si algo va quedando absolutamente claro es que estaban bien perdidos los que proclamaban la muerte de las ideologías y el fin de la historia y el reinado absoluto del libre mercado, en una concepción donde el Estado devenía en algo así como un simple Amet dirigiendo el tránsito cuando se produce un apagón.  El estado norteamericano y varios europeos han tenido que salir al rescate de su sistema financiero con sumas tan gruesas como 700 mil millones de dólares y aún así prosigue el sobresalto y la incertidumbre, sin que se pueda avizorar el punto de retorno.

 No es sólo que el mercado no era auto eficiente como se pregonaba, es que lleva en sí mismo el germen de la ambición, la avaricia  y la corrupción que todo lo carcome y destroza.

 La crisis explotó por los bancos hipotecarios porque llegó al punto en que el consumismo, la especulación y el acaparamiento de la riqueza alcanzaron sus límites y la rueda de la reproducción se ha parado súbitamente.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas