El mundo: entre utopía y distopía

El mundo: entre utopía y distopía

Psiquiatra Jose Miguel Gomez

El presidente Obama al tomar el poder perdió la capacidad de asombro cuando dijo: “es una vergüenza que el mundo financiero anunciara cifras de ganancia, mientras miles de estadounidense han perdido sus trabajos, sus casas, su esperanza” sencillamente, decía Obama, “es una vergüenza”. El papa Francisco saltaba de asombro y lleno de coraje a puro pulmón, denunciando contra una iglesia que practicaba la corrupción, la pederastia y como líder responsable decía “no más, cero tolerancia a la corrupción, al abuso de niños y a los pastores que buscan dinero y acumulan riqueza”. Ambos líderes denunciaban un mundo desigual, injusto, excluyente y secuestrado por el dinero, la avaricia y la explotación humana.

El siglo XXI aportó su dinámica de crecimiento en los negocios, en el capital, en la inversión, en la empresa que sea rentista, de acumulación y de crecimiento sostenible, sin importar las consecuencias, ni los riesgos, ni del daño a las familias, a las parejas, a los niños y niñas. Literalmente, el siglo XXI creó y reforzó la distopía: la pérdida de soñar y creer en lo alcanzable, de luchar y empoderarse para construir lo imposible, dentro de lo posible. El siglo XIX y el XX fueron los años donde más se construyó y se confrontó con guerras y conflictos por alcanzar derechos cívicos y demandas constitucionales y sociales. La utopía de creer y poner la voluntad en alcanzar los propósitos inalcanzables para muchos, fue el motivo, la esperanza y el ideal de líderes, de naciones y de sociedades que vieron obtener sus derechos y su dignidad como personas y como sociedad.

Ahora ese mundo de distopía hay que cuestionarlo y enfrentarlo, debido a que la indiferencia e irresponsabilidad de sus líderes y grupos de actores sociales, lo están poniendo en peligro: calentamiento global, escasez de agua, cambios climáticos, corrupción, mercado ilícito, inequidad social, control del mercado de las drogas, trata de personas, influencias para ganar fortuna poniendo en riesgo la vida de millones de personas, etc.

Ahora hemos despertado que todo se ha negociado: la salud, la educación, el desarrollo, la vida, la felicidad, la existencia y la socialización con las demás personas. El mercado lo han estructurado para el consumo. Al ahorro le han creado impuesto para desestibarlo; al salario lo han estrangulado para que no alcance ni para la existencia, ni para que las personas vivan con dignidad, ni con felicidad.

En siglos pasados las guerras fueron por tierras, riqueza y control geopolíticos. Pronto vendrán por agua, por minerales, por la salud, por control migratorio y para detener la corrupción, el tráfico de drogas, de personas y armas. Es un mundo tan injusto y tan desigual, que se siente la atmósfera de que las cosas tienen que cambiar. El papa Francisco ha pasado de líder espiritual al líder de la utopía, del paradigma y del ideal de lo imposible. Sin miedo, con coraje y sanos propósito ha impulsado los cambios y está dispuesto a confrontar las desigualdades humanas, religiosas y materiales, de un mundo del mercado, del dinero y de la acumulación financiera.

Al resto de ese mundo unipolar solamente le queda luchar, demandar y seguir exigiendo más derechos, más equidad y más justicia social. En un par de décadas, el mundo y las sociedades y los líderes tendrán que ser diferentes, debido a que la distopía se ha suicidado. Un mundo de lo posible para los seres humanos que tienen esperanza, y la esperanza es la pasión de lo posible, y lo posible se conquista día a día. Hay que volver a la utopía, al ideal colectivo, para humanizar la economía y las mentes de los líderes, por lo menos, un mundo más oxigenante, más ético y menos desigual.

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